miércoles, 29 de mayo de 2013

Alto del León y Navacerrada (26/5/13)



Nueva salida con los compañeros del Club Arnelas. Una salida de las que teníamos marcada como importante en el calendario como preparación de la QH. No la pude hacer el año pasado por temas horarios y compromisos, pero sabía que iba a ser dura. Y así fue.

El primer problema en la salida de ayer fue mental. Después de 6 meses de preparación para hacer la QH, esta semana recibo noticias que por trabajo tengo que estar fuera esa semana del mes de Junio y no me da tiempo a llegar a tan ansiada cita por lo que mentalmente ya salí como derrotado, sin chispa, como si mi mente me dijera que este continuo esfuerzo sería inútil ya que el objetivo estaba cancelado. Pero mis ganas por la bici, el afán de superación y sobre todo poder ayudar a mis compañeros en su preparación pudieron más y me presenté en El Canto a la hora señalada.

Pocos valientes el otro día. Ramón, Paco, Juan, el gran Alberto, el maestro D. José y servidor nos aventuramos con semejante ruta. Por delante unos 135 kms y dos puertos de los buenos, el Alto del León y Navacerrada por las famosas siete revueltas.

El segundo error del día y por utilizar similitudes con la F1 lo cometieron mis meteorologos encargados del tiempo, es decir yo mismo. Miré las previsiones una y otra vez y todas daban lo mismo, frío y lluvia sobre todo del otro lado del valle, en la zona segoviana, por lo que opté por ser conservador y salir de largo. Gravísimo error, no paré de sudar en todo el día, y las previsiones de frío y lluvia, nada de nada, tiempo casi de verano y un sol de justicia que me castigo de lo lindo en cada subida.

Foto: mucho calor y yo con esta ropa!!!
 

Tras los saludos de rigor con los compañeros, nos pusimos en marcha el sexteto en cuestión. Tomamos el carril bici, pero pronto salimos de él en la carretera que lleva directamente a Cerceda para ahorrarnos unos kilómetros y ganar tiempo a la salida. Qué pena de carretera, con el arcén tan grande que tiene y no se puede utilizar por lo sucio que está. Aun así fuimos ganando kilómetros prácticamente sin darnos cuenta hasta que llegamos a Cerceda, pasamos por las rotondas y enfilamos hacia la carretera que nos llevaría hacia Becerril.

No me encontraba muy bien, no tenía las sensaciones de días atrás y supongo que era todo mental, de todas maneras el repecho de Becerril lo hicimos a buen ritmo y muy ligero, pero para esas horas, ya estaba empezando a sudar más de lo debido. Pude aplacar un poco mis calores en el largo descenso hacia Collado-Mediano, pero por mucho que miraba hacia el alto, no venía ni una solo nube que me concediera un poco de tregua durante la subida.


Llegamos a Guadarrama y tras una breve confusión con el desvío, iba en cabeza con Juan hablando y no me di cuenta de no ser por el grito de Ramón, enfilamos hacia la salida del pueblo donde comenzaría la lenta y paulatina ascensión. Y es que no te das apenas cuenta de que ya has empezado a subir de no ser porque el maestro con su GPS nos iba cantando los desniveles que por ese entonces no superaban el 4%.

Foto: cruzando Guadarrama.
 

Empezó lo bueno sin casi darnos cuenta, a la salida del pueblo y  a la altura de un hospital que Paco decía de enfermos terminales, se terminó nuestra alegría. Una primera rampa del 7-8% nos hizo exprimirnos de lo lindo. Tras un breve descanso, otro nuevo repecho pasando por debajo de la autovía, nos vuelve a poner de pie sobre nuestras monturas. En este momento D. José empezó a abrir un pequeño hueco entre Juan, Paco y yo de unos 10 metros. Ramón y Alberto venían por detrás a un ritmo más placido.

Traté de ir en busca del maestro, me adelanté unos metros pero rápidamente me di cuenta que esta no iba a ser mi mejor subida, por lo que ante lo que sabía venía por delante, puse un ritmo más suave que hizo que Juan y Paco me alcanzaran nada más pasar una de las zonas más duras de la subida. Para ese entonces el calor que desprendía mi cuerpo, hacía que perdiera sales con gran rapidez. Entré en barrena, tenía y sentía que las piernas estaban a tope, pero era incapaz de mandar la orden correcta para que funcionaran, por lo que entré en lo que denomino, modo de autoprotección y que tantas veces me ha sacado de apuros. Eché mano de mi bendito 29, el cual tenía olvidado desde hace tiempo y me dediqué a dar pedaladas lo más tranquilo posible. Ya no me importó que Juan y Paco me ganaran metros con suma facilidad y que el maestro se hubiera marchado prácticamente 200 metros, mi único objetivo tras ventilarme lo máximo posible abriéndome el maillot y quitado todo lo que podía, gafas, guantes, etc…, era subir a ritmo suave. Era consciente de lo que me quedaba hasta la cima, más o menos medio puerto con una nueva zona dura y un pequeño descanso al final, por lo que decidí concentrarme y olvidarme de lo que nos quedaba por delante una vez coronásemos el alto.

Cómo funciona el coco en este deporte y es que por mucho que entrenes, por muy bien que te sientas, por muchas sensaciones que tengas, si la cabeza te dice no, vas mal, por lo que traté de ahuyentar viejos fantasmas y me dediqué a lo mío, seguir subiendo de la mejor manera posible. Otra cosa que he aprendido es la capacidad que tiene el cuerpo de rehacerse cuando está al límite, y es que tras ese período infernal, se me abrió una ventana, un resquicio por el que pude recuperar fuerzas y llegar hasta Juan que se había comenzado a descolgar de Paco que iba en búsqueda y captura del maestro.

Llegué hasta Juan y fue como un balón de oxígeno. Ayudó también ver que ganábamos terreno a un par de compañeros de otro club ciclista que también se encontraban por la zona y que afrontaban la ascensión como nosotros. Al final y tras salir de una curva de derechas, pudimos ver las antenas en la cima, lo que nos dio un nuevo brío para culminar una ascensión que aunque corta es bastante dura.

En la cima nos esperaban Paco y D. José, rodamos un poco para soltar las piernas y esperamos a que llegaran Alberto y Ramón que lo hicieron al rato. Aprovechamos para empezar a recuperar, a comer y con todos reunidos, nos lanzamos a una aventura que tras lo sufrido en la subida se me antojaba por lo menos temeraria, hacia Los Ángeles de San Rafael.

La bajada fue muy rápida y muy fría dado a que estaba completamente empapado en sudor por las prendas de invierno. Como me acordé del culotte corto y los maguitos… tremendo error. Los eché de menos durante toda la ruta y es que no se veía ni una sola nube.

Para rematar mi día perfecto de errores, empecé a tener problemas con el plato. No me entraba bien. Tenía que forzar mucho la palanca para que entrase y tras 2 cambios ya directamente dejó de funcionar. Más problemas a mis maltrechas piernas y es que por mucho que traté de comer y beber, presentía que tarde o temprano lo acabaría pagando.

Menudo tramo rompepiernas hasta el desvío a La Granja. Tuve que ir con el plato y jugando con los piñones para no quedarme muy descolgado. Menos mal que al final no fue tan duro como pensaba y por suerte el viento nos dio una buena tregua. He de decir que los aproximadamente 25-30 kilómetros que rodamos por Segovia hasta llegar San Ildefonso, fueron de anarquía total. Cada uno rodaba como le daba la gana. Unos apretaban en las subidas, otros en las bajadas, otros no apretábamos por miedo a quedarnos sin fuerzas, en fin un descontrol absoluto que se solucionó una vez llegamos a Valsaín y paramos a rellenar los bidones y comer algo antes de afrontar la subida a Navacerrada.



Fotos: cada uno rodando a su bola...
 

Pocas veces me he alegrado tanto de parar a por agua. Casi me bebí medio bidón del tirón de agua fresca  y pura de manantial. Tras la parada y tras tomar un gel milagroso y otras sustancias inofensivas para el organismo pero sospechosas ante cualquier agente de la autoridad, reanudamos la marcha.

La subida no comienza propiamente dicha hasta que cruzas un puente y un primer repecho al 8% te pone en tu sitio, pero es que hasta ese punto la carretera va picando hacia arriba en constante pendiente. Pasamos la zona de recreo de Los Asientos, la Boca del Asno y siempre entre sol y sombra y en continuo ascenso. Olía a pino, a naturaleza y a calor. Mucho calor y es que creo que como castigo a los amantes de este bello deporte, parece que lo peor siempre llega en el momento más duro de la ruta. Si antes había comenzado la subida entre sol y sombra, fue llegar a la zona más dura y desaparecieron esas sombras.

 Cada uno trató de subir como mejor pudo. Me sorprendí a mí mismo verme en cabeza con el maestro y Paco marcando el ritmo. Lo achaqué al gel milagroso y a que las revueltas no son tan duras como dicen. Es más entre curva y curva no se supera el 6%, como nos iba diciendo D. José, y es que lo más duro de ese puerto, para mí, se encuentra en la parte final, como a 2 kilómetros de la cima, que se hacen interminables.

Pude aguantar bien hasta ese punto, pero nuevamente me tuve que poner en modo de autoprotección. Traté de emular a Paco y al maestro bajando un piñón y poniéndome de pie para soltar un poco las piernas y cambiar de postura, pero se me acabaron las fuerzas y tuve que echar mano nuevamente de mi 29 y de un ritmo agónico en esta ocasión. Tenía los dedos del pie izquierdo totalmente dormidos, no los sentía, aun así seguía dando pedales y la referencia de mis compañeros a unos 15 metros me daba el suficiente oxígeno para no desfallecer en la ascensión.

Una nueva curva en la que no atisbas el final. La carretera que serpentea silenciosa e implacable hacia la cima. Algún desgraciado que se cree con la potestad de incriminarte por hacer deporte y que realmente es un Alonso frustrado por mucho que tenga un Z4 y te pite cuando pasa a tu lado, alardeando de machito ante su novia, pero no tiene los huevos ni a parar para dar la cara ni a subir un puerto como lo estás haciendo en bici, en lugar de en su flamante descapotable.

Un último esfuerzo te lleva hasta la salida de la última curva a izquierdas donde ya logras ver la cima, pero como no, faltaba un último invitado en este baile de esfuerzo, el viento. Un viento que se mete de cara y te avisa que si pretendes relajarte un poco hasta coronar, no te lo va a poner fácil.

Paco se va en pos de la cima retando a Eolo, un cara a cara para ver quién da más fuerte, desafiando con cada pedalada que esa guerra la tiene ganada a base de esfuerzo y entrenamiento durante tantos meses. El maestro, se deja caer para que pueda enlazar con él, sabedor de mi agonía. Zigzaguea sobre su bici hasta que logro llegar a su altura y como otras tantas veces, me lleva hasta la cima, animándome constantemente. Reto superado. Las piernas me abrasan ya que casi termino esprintando al bajar 2 piñones y apretar todo lo que pude hasta el final, yo también he querido demostrar que mi entrenamiento ha estado ahí, sacrificio, tenacidad y amor propio.


Fotos: Paco y el maestro, qué campeones!!!
 

Paco en su loable afán de sacrificio por los demás se tira nuevamente hacia la vertiente segoviana en búsqueda de Alberto, el más veterano en el día de ayer, para ayudarle en la parte final. Dimos un par de vueltas para soltar las piernas como siempre y esperamos a que fueran llegando los demás. Al ratito llegó Juan, qué bestia, cómo está mejorando, su primera ruta dura, dura y la hizo muy bien, y detrás Ramón, otro monstruo 5 puertos en 2 días…

Aunque hacia sol, en el puerto se estaba fresquito por lo que decidimos bajar hasta La Posada Real y esperar a que llegaran Paco y Alberto. Como tenía problemas con el plato, tuve que ponerlo de manera manual para afrontar la bajada. Qué descenso más rápido, lástima por lo mal que se encuentra la carretera, te hace ir con más cuidado y no despistarte en ningún momento ya que como cojas una de los cientos de agujeros, puedes salir volando por encima del quitamiedos, con todo y con eso llegué a coger 71 km/h y sin forzar.

Justo cuando llegábamos a la Posada, una voz por detrás me avisa, era Carlos, nuestro nuevo compañero que venía de dar una vuelta en solitario, le dijimos que parara y se acoplara con nosotros para el regreso a Colmenar, cosa que así hizo. Mientras que hablábamos con Carlos y de su ruta, aparecieron el resto de compañeros, y sin solución de continuidad, seguimos descenso hacia Cerceda.

Foto: ni su sombra puede seguir ya a Juan...

Foto: Ramón, vaya finde de puertos!!!
 

Menos peligroso que el anterior ya que el asfalto está en mejores condiciones, pero siempre con prudencia y con mil ojos ya que hay algunos conductores que no sólo van a su aire y no te respetan sino que no tienen ni idea del código de circulación. A eso hay que sumar a los indecisos que en las rotondas ni frenan ni terminan de cederte el paso, con la siguiente confusión generalizada que  suele terminar en pitada e insultos para los ciclistas sin merecerlo, y es que hay mucho, pero que mucho lerdo.

Foto: Carlos, nuestro nuevo compañero.
 

Paramos en la fuente de Cerceda para un último avituallamiento y decidimos que dada la hora, lo mejor era acortar e ir directamente hacia Colmenar aunque eso supusiera ir por la sucia carretera M-607. Alberto por el contrario y como quería hacer más kilómetros se fue por la ruta habitual hacia Soto.

Enfilamos la salida a Cerceda y en mitad del repecho, mis temores se convierten en realidad, un tirón en la pierna derecha que me recorre desde el gemelo a la ingle me hace ver las estrellas. Con calma, trato de aflojar en el pedaleo y buscar una cadencia más tranquila para no forzar, por suerte pude controlarlo y no fue a más, pero mi problema ahora surgía con el plato. Al no poder ponerlo tenía que ir a molinillo con la inconveniencia de poder sufrir un nuevo calambre al forzar más la marcha al intentar ir con el grupo. Por suerte mis compañeros se apiadaron de mí y no forzaron mucho la máquina y eso que había ganas por llegar a casa cuanto antes.

Foto: no puedo mássss!!!
 

Tuve un último momento de sufrimiento subiendo el repecho desde el puente medieval, pero por suerte los calambres no hicieron acto de presencia. Con suerte y tras una dura etapa, llegamos al desvío que nos llevó a la entrada a Colmenar, enfilamos la larga recta y el grupo se fue disgregando al coger ya cada uno el camino a su casa.

Foto: entrando en Colmenar, se acabó el sufrimiento...
 

Al final 135 kms en 5 horas y media. Una muy buena ruta con dos grandes puertos y un gran día de ciclismo pese a mi error con la indumentaria. Lo mejor como siempre la compañía, el compañerismo del Club Arnelas y las ganas de seguir dando pedales junto a grandes amigos.

Foto: Club Arnelas.
 

La semana que viene seguimos preparando la QH con nuevos retos y la triple corona o la joya del calendario, la ruta Arnelas que incluye las subidas de Morcuera, Navafría y Canencia, casi nada.

Lo que sea aquí lo contaremos.

Gracias a todos.

 

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