miércoles, 8 de mayo de 2013

Morcuera, Canencia y El Cerro (5/5/13)


Nueva salida para disfrutar de la bici y seguir con la preparación para la QH. Pocos integrantes en la salida y es que entre fiestas y puentes, los que han podido salir con asiduidad han aprovechado para hacer kilómetros. Al final con las bajas de Ramón y Paco, ambas más que justificadas, nos citamos en El Canto 4 compañeros, Juan, Toño, el maestro y servidor más Salva que nos había cogido unos minutos de ventaja y salió antes que nosotros.

Buen día de bici, mucho sol que ya era hora. Algo de fresquito pero eran temprano, algún valiente como Juan vino de corto. Acertó de pleno ya que al final del día nos sobraba todo.

Repetíamos ruta y es que el miércoles al ser festivo, también bajo mínimos ante la amenaza de lluvia, subimos hasta Morcuera y Canencia y muy bien por cierto. Tras los saludos de rigor y los minutos de cortesía por si algún rezagado se quería apuntar, nos dirigimos hacia nuestro destino, como siempre por el carril bici hacia Soto para ir soltando piernas.

Foto: muy buen día de bici.
 

Casi en Soto nos cruzamos con Faustino que iba en búsqueda del grupo que salía más tarde, le avisamos que nosotros ya no parábamos y continuamos dirección a Miraflores. Primer repecho del día que nos calentó las piernas de lo lindo, la cuesta de los pobres y el consiguiente tramo hasta la gasolinera. Vaya atracón nada más comenzar. Me encontraba muy bien, ágil de piernas y bien de fuerza. Según el maestro iba a ser mi día, que me veía pletórico, pero esas rampas nada tienen que ver con las de Morcuera…


Continuamos camino por una cada vez más asquerosa, ruin, maltrecha y abandonada carretera hasta que llegamos a Miraflores, donde antes de entrar en el pueblo parece que el asfalto mejora un poco, pero sólo eso, un poco. Quería comprobar si el entrenamiento va dando sus frutos por lo que volví a cronometrar la ascensión desde el mismo cartel que indica la subida hacia el puerto. Llevaba como referencia la subida del miércoles, la cual la hice muy tranquila, ayudando a Juan en su primera subida al puerto, al final piqué 49´50´´ en la cima, ese era mi tiempo a batir.


Fotos: comienza la subida a La Morcuera.
 

Comenzamos la ascensión todos juntos y a ritmo tranquilo. Al ser pocos nos relevábamos con facilidad. No lo dijimos pero creo que en la mente de todos estaba ¨neutralizar¨ a Salva antes de la cima, por lo que poco a poco fuimos haciendo los primeros y fáciles kilómetros con un buen ritmo. Me comentaba el maestro que no iba a ser capaz de seguirme en mi empuje y es que comencé abusando de fuerza, me equivoqué, y no tardé en pagar mi osadía…

Foto: antes de comenzar el sufrimiento.
 

Al poco de comenzar a empinarse la carretera, Juan empieza a ceder o mejor dicho a quedarse a un ritmo más acorde, como él dice. El terceto en el que nos habíamos convertido seguimos ascensión devorando kilómetros en búsqueda de lo que nos venía por delante. Yo en esos momentos, comencé a sentir malísimas sensaciones. No sé si desayuné tarde, si cené mal o si como creo, soy un diésel de primera generación que le cuesta coger el ritmo al principio y va mejorando con el paso de los kilómetros… El caso es que llegados a la parte dura, el conocido km 13, mis piernas parecían que llevaban 150 kilómetros de ruta. Mis viejos fantasmas volvían a rondarme la cabeza y recordé cada fatídico kilómetro de ascensión el día del Desafío, el año pasado. No encontraba el ritmo, no sabía cómo ponerme, de pie o sentado, cadencia o fuerza, para remate y a pesar de ser temprano el calor empezó a hacer acto de presencia y me sobraba todo.

El maestro pese a meterse una panzada de kilómetros estos días y pese a que diga que no está en forma, empezó a irse poco a poco. Por suerte Toño se quedó conmigo no sé si por pena ante mis constantes jadeos o porque era el ritmo que más le convenía. Un aliado inesperado en forma de club ciclista, vino a nuestro socorro, aunque más bien al mío, los compañeros del club Majadahonda se encontraban entrenando por Morcuera. Con ellos como referencia fuimos pasando a diversas unidades, lo que hacía que por lo menos la mente funcionara de otra manera. También logramos neutralizar a Salva pasado el km 14 y con el maestro como referencia seguimos la ascensión. Por suerte lo malo había pasado y aproveché para ir recuperando un poco antes de afrontar el tramo final donde la pendiente vuelve a ponerse difícil. Gracias a Toño que me fue animando sobre todo en los tramos finales, desde que vimos el parking antes de la llegada. Al final un último esfuerzo para picar 44´:45´´ en la cima. No está nada mal para las sensaciones que llevaba…

En la cima soltamos piernas, recuperamos un poquito y esperamos a que fueran llegando primero Juan con un muy buen tiempo para su segundo Morcuera y al rato Salva. Comimos un poco, sacamos las fotos de rigor, nos abrigamos para el descenso y nos dispusimos a bajar tranquilos para enlazar con el siguiente puerto, Canencia.



Fotos: prueba superada.
 

Nos lanzamos en una bajada muy, muy controlada. Un poco más rápida que la del miércoles ya que teníamos mejor visibilidad y la carretera estaba seca, pero con mucha prudencia ya que el goteo de ciclistas ascendiendo era constante. Entre los que subían nos encontramos con el resto del grupo que había salido más tarde y que ya no volveríamos a ver debido a que en la posterior bajada, el gran amigo y compañero Revilla tuvo un percance y se fue al suelo con el resultado de 7 costillas lesionadas.

Desde aquí un fuerte abrazo. Recupérate pronto que nos quedan muchas rutas por compartir y muchos kilómetros que rodar.

Con la lección bien aprendida del miércoles, cambiamos el plato y los piñones con suficiente anterioridad para afrontar sin complicaciones el repechón de comienzo a la subida a Canencia. Vaya calentón de piernas. Como vienes en descenso, por mucho que pedalees en la bajada para llevar activadas las piernas, el 16% de desnivel es salvaje y hace que te retuerzas en la bici con ganas para salvar semejante escollo.

Fuimos recuperando un poco el ritmo hasta que volvimos a estar todos juntos para continuar con la ascensión. Llegamos al falso llano y aprovechamos el momento para rellenar el bidón por parte de Toño y para quitarnos los chubasqueros y guantes los demás. Más ligeros de equipaje, emprendimos nuevamente la marcha todos juntos hasta llegados al nuevo, original y efectivo cartel de 3 kms a puerto donde Salva empezó a perder  contacto con nosotros. El resto fuimos ganando metros poco a poco y a un ritmo tranquilo.

Foto: comienza la subida a Canencia.
 

Como he comentado antes soy un diésel de largo recorrido por lo que esta subida, también hay que decir es menos dura, me vino mejor que la anterior. Me puse en cabeza con Toño a marcar el ritmo. Creo que Juan se quedó a 2kms de puerto a su ritmo, los demás continuamos subiendo hasta llegar a la curva de herradura que te enfila hacia la cima. Pude ver por el rabillo que el maestro venía reservón en una cómoda última plaza, ya se había dado el homenaje antes, y Toño venía justo pegado a mi rueda. En los últimos 50 metros antes del cartel que anuncia el Puerto de Canencia, quise ver qué tal respondían mis piernas, por lo que apreté un poco a lo que me respondió muy bien Toño. Me pasó y le jaleé dándole ánimos para que no dejara de apretar hasta el final. Buen calentón para acabar la subida, de los que merece la pena.

Soltamos un poco las piernas, comimos, bebimos, rellenamos el bidón de fresca agua de la sierra y dimos tiempo a que llegara Salva. Justo cuando llegó nos disponíamos a ir en su búsqueda para afrontar el descenso, esta vez sin tanto peligro ya que la carretera es muy diferente a la de Morcuera, aun así extremamos las precauciones como siempre sobre todo en la rampa final que termina en Miraflores.

Foto: con Salva en el descenso.
 

Llegando al pueblo comenzamos a oír voces. Era Kiki que estaba averiado a comienzo de ambos puertos, justo en el cartel informativo. Como es lógico paramos para ver qué le había pasado, cuando nos dimos cuenta que había partido la cadena. Nos explicó que en el repecho al afrontar la subida a Canencia, ya que venía tras nuestros pasos, al cambiar y hacer fuerza, notó como rompía la cadena. Rápidamente Juan ¨llevo de todo en mi bolsa¨, sacó un eslabón de emergencia y solventaron la papeleta.  Con la bici ya reparada y en perfecto funcionamiento nos dispusimos a bajar hacia Soto. Nada mejor que esa asquerosa carretera para probar la fiabilidad de dotes mecánicas de Juan y comprobar si el arreglo era bueno o no. Lo pasó con nota.

Foto: Kiki, tronchadenas.
 

Ya casi al final del descenso, a la altura de la gasolinera antes de llegar al desvío hacia Madrid, un desgraciado sin vergüenza, se dedica a pitarnos y a hacernos peinetas. No le deseo mal a nadie, sólo que algún día le pare la policía o la guardia civil y le caiga una  buena multa. Lo peor de eso es que como siempre echará la culpa a los ciclistas. El muy cobarde, porque luego son todos unos cobardes, aceleran mucho pensando que no les coges, pero como había tráfico de bajada y viendo que en la rotonda había tráfico y los coches estaban casi parados, nos lanzamos a por él haciéndole gestos de que parara, pero como he dicho, el cobarde, se fue cagando leches ante la que se le venía encima, eso sí muy digno y muy valiente nos dio su particular saludo de despedida. Anda y te pille un helicóptero de tráfico hablando por el móvil o haciendo un adelantamiento ilegal…

En fin, más caliente que la pipa de un indio, tratamos de olvidar el desencuentro y nos pusimos a rodar para soltar piernas hasta Manzanares. Lo de soltar piernas es un decir ya que se pusieron el maestro y Kiki delante y no bajábamos de 35km/h y eso que se metió un poco el aire de cara. Llegamos a la rotonda de Las Chapas donde Juan y yo les dimos un merecido relevo y aminoramos un poco el ritmo ya que todavía nos quedaba un buen postre. D. José se adelantó unos metros para ajustar el imán de su contador y los demás llegamos hasta la rotonda del gato, la cual aprovechamos para dar la vuelta y dirigirnos nuevamente hacia Soto, para subir a Los Pinarejos y descender hacia Guadalix.

El tramo de vuelta a Soto se hace pesado y pasar dos veces por el pueblo un domingo con tanta gente, también es complicado. Los pasos de cebra, los que van a comprar el pan en coche, los que caminan por la calle sin mirar… un peligro vamos. Menos mal que cruzamos rápidamente el pueblo y nos dirigimos hacia Los Pinarejos. Saliendo de la primera rotonda, Salva nos dice que se lo toma con calma y que le esperemos en la fuente de Guadalix antes de comenzar la subida. El resto ponemos un buen ritmo encabezados por Kiki que venía de refresco al ahorrarse Canencia y en un momento llegamos arriba. El calor para esos momentos era ya asfixiante. Media mañana y pegaba de lo lindo.

Emprendimos la bajada hacia Guadalix, momento que aproveché para tomarme mi gel milagroso, terminar de comer y beber. Llegamos a Guadalix, cruzamos el pueblo como siempre, con cuidado de no llevarnos por delante a unos chicos que estaban haciendo locuras con sus bicis y patines. Paramos en la fuente a esperar a Salva que llegó al poco y rellenamos nuevamente los bidones.

Con todos ya listos y desposeídos de todo lastre inútil y ropa de abrigo extra, acometimos la subida al Cerro, último escollo  de la jornada. No las tenía todas conmigo, me encontraba bastante bien y no aparecían síntomas de cansancio, por lo que decidí aguantar a plato todo lo que pudiera pese a todo.

Kiki se quedó con Salva y no sé muy bien qué hicieron y por qué se quedaron rezagados, el caso es que los demás fuimos ascendiendo a un ritmo tranquilo, no íbamos muy fuerte. Nos habían pasado en la fuente el grupo del club Tres Cantos y les veíamos en la lontananza, muy lejos, no les cogíamos ni locos, eso creía yo…

La verdad es que no nos dimos cuenta que les empezábamos a coger hasta tres curvas antes del falso llano cuando se fueron descolgando poco a poco algunas unidades. Para ese entonces iba en cabeza junto a Toño, Juan y el maestro se habían descolgado un poco. Aproveché el falso llano para recuperar un poco, soltar algo las piernas, estabilizar la respiración, tomar aire y afrontar el tramo final. Mi cabeza pedía intentar el último tramo a plato y ver hasta dónde era posible llegar, al final mis piernas respondieron a la perfección.

Toño quitó el plato justo antes de la curva, cosa que me sorprendió mucho ya que venía con buen ritmo. Yo le oía detrás, pero resulta que era el maestro quien se había quedado en tierra de nadie haciendo la goma hasta que logró llegar hasta nosotros. Yo no lo sabía, pensé que era Toño y tampoco me dediqué a mirar, como le dije luego en el llano,  - “si me hubieses avisado había levantado un poco para llegar arriba juntos”-, pero me confesó que me vio muy fuerte y que no me podía seguir en el tramo final, y es que la verdad, las piernas me aguantaron muy bien. Con la referencia del grupo de Tres Cantos, fui apretando gradualmente y superando unidades hasta que llegué al alto. Se libraron por 10 metros… Lo que hace la sugestión y el pique sano.

Me dejé caer tratando de recuperar el resuello y las pulsaciones. Al poco llegó el maestro y me comentó su visión de la subida. Afrontamos el Cerrillo y se quedó un pelín en las pedaladas finales, aflojé para que llegara y es que buen tute llevaba en pocos días lo que sumado a la gran subida a Morcuera, hizo que esos metros finales le costaran un poco. Paramos en el stop de Los Rancajales y casi sin opción para descansar llegaron Juan y Toño.

Foto: un nuevo Cerro a plato con el maestro.
 

Continuamos la ruta hacia Colmenar en un descenso tranquilo, soltando, recuperando y llegados al repecho de Remedios, aposté todo al rojo. Lo hice a tope, no quité plato y creo que llevaba el 15 de piñón, desde abajo hasta el final, hachazo brutal, calentón de lo lindo y con estupendas sensaciones lo que prueba que soy diésel de largo recorrido, termino y mejoro con los kilómetros.

Aflojé en al final del repecho para que entraran los compis y juntos enfilamos la bajada hacia Colmenar, todavía me quedaba el último homenaje en la rampa de entrada a Colmenar que nuevamente hice a tope al más puro estilo Purito…

Buenísima ruta, gran día de bici. Al final casi 105 kms y excelentes sensaciones, parece que el entrenamiento va dando sus frutos.

Lo negativo de la jornada es, como he comentado anteriormente, la caída de nuestro amigo Revilla. Recupérate pronto compañero.

La semana que viene la Cruz Verde. Puerto del reto CIMA que me queda pendiente y tengo muchas ganas.

Lo que sea aquí lo contaremos.

Gracias a todos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario