martes, 29 de mayo de 2012

Desafío Puertos del Guadarrama 2012 (27/5/12)


Llegó el gran día. No me podía imaginar hace un año cuando leía las diversas crónicas y reportajes sobre el primer desafío, que hoy iba a estar escribiendo estas líneas contando mi aventura. Me parecía algo brutal, bestial, al más puro estilo épico de las grandes vueltas, Tour, Giro, Vuelta… 162kms porcentajes increíbles, subidas a lo grande, 5 puertos, se me antojaba imposible, algo reservado a súper ciclistas.


Tampoco imaginaba cuando empecé la temporada a finales del mes de enero con casi 8 kgs de más en mis primeras salidas con los que hoy son mis compañeros de club, que este día y este logro se harían posible. Han sido muchos días de sacrificio, días de mucho, mucho frío, de madrugones, de renquear sobre la bici, tardes de rodillo sudando la gota gorda, de kilómetros y kilómetros, puertos y más puertos, Morcuera, Navacerrada, Canencia, La Trampa… Rutas y rutas todos los domingos, Al Berrueco, El Espartal, Los Rancajales, Bustarviejo… Tampoco he de olvidar a mis compis de club en la sección de MTB, con los que compartí el Rally de Galapagar y la Marcha de Colmenar Viejo y otras cuantas rutas más… A todos ellos mil gracias, sin vuestra ayuda y vuestro apoyo no lo habría conseguido. Y por último quiero dar las gracias a mi mujer por permitir que las mañanas de los domingos las pueda disfrutar dando pedales junto a mis compañeros haciendo lo que me gusta, disfrutar de la bici.





Sólo con ver el perfil y el kilometraje asusta. Por separado a excepción de la subida a Canencia desde el Valle de Lozoya, todo lo había hecho en diferentes rutas, así que pensé que debería aplicar el sentido común y aprovechar esa experiencia e ir dosificando durante todo el recorrido. La altimetría me la sabía de memoria, llevaba una semana pensando en cada repecho en cada tramo complicado, hasta en las tardes de rodillo previas a la carrera visualizaba cada tramo y pendiente. Todo claro, cristalino, aprendido de memoria, había diseñado hasta las veces que tenía que comer y dónde, pero luego la carretera es muy dura, la cabeza impone su ley y las piernas parecen no obedecer cuando más las necesitas.




El día se presentaba soleado con atisbos que iba a ser un día caluroso, así que equipación de verano y listos, primer error del día, el chaleco y los manguitos iban a ser necesarios en las bajadas rapidísimas de Morcuera y Canencia como luego sucedió.


Cita con los compañeros del Club Arnelas minutos antes de la salida y los habituales nervios previos a la salida, bromas y chistes de rigor, comprobación de todo el material y toma de posiciones para la salida.


La ruta la tenía dividida en 6 subidas. La primera es la subida al Cerro por Colmenar y que te encuentras nada más comenzar la carrera. Aquí es donde todo el mundo sale como si fuese a ganar el Tour o una Gran Clásica. Por más que la Guardia Civil nos avisaba que la marcha no estaba cerrada al tráfico, la gente hacía caso omiso a las indicaciones y circulaba ocupando todo el ancho de la carretera. Los nervios, las prisas por ganar terreno y ponerse delante, las pulsaciones por las nubes hacen mella enseguida y por más que quieres seguir a tu grupo, te das cuenta que es inútil que te puedes desfondar sin llegar ni siquiera al Cerro, así que puse el ritmo que más me interesaba y así llegué hasta Guadalix.



Desde Guadalix hasta el desvío de La Cabrera la gran mayoría lo hice solo, casi hasta el repecho de Redueña. Llevaba un grupo como a 500m pero decidí no apretarme para no desfondarme ya que La Trampa estaba muy cerca y lo podía pagar muy caro. Así que una vez llegó este grupo ya me uní a él e hicimos toda la subida de La Trampa.


La subida ya le he comentado aquí en otro post, la gran diferencia es que la Guardia Civil, nos cortó el tráfico en el desvío lo que nos facilitó y mucho la maniobra. Una vez entrados en la carretera, ritmo suave para afrontar esas duras rampas que pese a ser un puerto corto, en dureza es más que importante ya que se alcanzan porcentajes del 14% y lo que es peor, sabes que te queda ¾ partes de carrera todavía por delante.


En la subida fuimos recogiendo a muchos de esos corredores que al principio querían salir a ganar la etapa, seguramente inexpertos de lo que es verdaderamente La Trampa ya que una cosa es ver los porcentajes y hacerte una idea sobre el papel y otra muy distinta es sufrirlo en tus piernas. En esa subida, como a un kilómetro de coronar, me encontré con Alberto, qué pundonor la del compañero, más de 65 años y pedaleando como un chaval. Yo quiero llegar a su edad así!!! Pues a su ritmo le dejé en las últimas cuestas y aflojé un poco para darle tiempo a enlazar conmigo antes de llegar a La Cabrera.



Con un nuevo grupo reorganizado seguimos dirección a Valdemanco para luego bajar dirección a Cabanillas. Aquí íbamos rodando en grupo y dando relevos, pero yo no quería tirar más de la cuenta ya que nunca he sido rodador y me da miedo desfallecer tirando en el intento. Pero hay una cosa que me dijo Alberto, una de esas cosas que te enseñan los mayores y que como un chiquillo se te queda grabado a fuego:

-          “No hay que perder nunca la rueda”

Esa frase se quedará grabada por los restos en mi cabeza cada vez que me monte en una bici. Así, a rueda y a relevos llegamos al cruce de Navalafuente para comenzar la subida a Bustarviejo.


Esta subida no es excesivamente dura. Se hace muy larga ya que son como 12-14 kms hasta el alto de Bustarviejo, y la zona más complicada empieza una vez pasas por debajo del puente el tren con su mayor desnivel ya en las propias calles del pueblo. Aquí Alberto me dijo que siguiera a mi ritmo que él ya se quedaba más tranquilo. Con otros dos componentes del grupo fuimos haciendo la subida hasta el avituallamiento líquido donde paré a reponer agua y bebidas isotónicas.




Descenso muy rápido hacia Miraflores, pero este descenso esconde una pequeña trampa y es que 2 kms antes de llegar a Miraflores la cosa se pone cuesta arriba. Como vienes con plato y con todo metido, tus piernas no logran encontrar el punto justo de cadencia, juegas con los cambios, pero todo se hace inútil, a esto le sumas que te has quedado solo pues eso que desesperas y gastas más fuerzas de las necesarias.

Ya llegando a Miraflores me enlazan unos cuantos ciclistas más y comenzamos la ascensión de Morcuera tras pasar por la alfombrilla que nos marcaría el inicio cronometrado de la escala.


He de decir que era la tercera subida que hacía a Morcuera y como dice el dicho, a la tercera va a la vencida, pero en mi caso para mal, muy mal. Odio este puerto. Lo siento, sé que hiero el orgullo de muchos ciclistas (incluyendo a muchos de mi club), pero no puedo con este puerto. Se me hace eterno, por más que lo visualicé cientos de veces, de saber dónde puedo apretar o aflojar, desde la mitad se me atragantó sobremanera. Tremendo pajarón me entró. Hasta el gran Alberto me pasó y me dejó por imposible. Llegué a rodar a 7km/h, incluso pensé que me caía de la bici. El sudor se me metía en los ojos y me cegaba, no daba abasto a secármelo con nada, no tenía fuerza ni para beber, y para colmo el maldito cartel del km 13, la zona más dura. Pensé Manuel, hasta aquí has llegado, no vas a poder ni tan siquiera coronar, así que poco a poco con sufrimiento y agonía seguí subiendo como pude hasta que logré pasar el maldito km13 y recuperar un poco, justo cuando vi que bajaban Chema y Chaparro dándome ánimos para continuar.


Llegando casi al alto, a la altura del aparcamiento, a 200 metros de coronar, todas las luces de alarma se encienden en mi cabeza, calambres!!! No me lo podía creer, justo a mitad de la marcha ya iba con calambres, eso significaba que si me tiraba valle abajo tendría que hacer la otra mitad de la ruta en condiciones más que dudosas.





Con este pensamiento llegué al avituallamiento. Bebí, comí, estiré un poco me enchufé geles y pensé que no había sufrido tanto para hacer simplemente media marcha, que el cierre de control según la organización era a las 4 de la tarde y eran las 11.30 de la mañana, que lo podría conseguir o a muy malas me subía al coche escoba. Así somos los Templarios. Éramos temidos en Tierra Santa por nuestra manera de luchar y el arrojo en la batalla. Así que sin pensarlo dos veces y antes de quedarme frío me lancé a tumba abierta hacia Rascafría.


Mucho frío en la bajada como comenté antes. Aun con unos cartones en el pecho pasé un frío del carajo hasta que llegué más o menos a un poco más abajo de mitad del puerto donde la temperatura era más calurosa y ya en Rascafría tenía toda la ropa seca ( lo de los nuevos tejidos es alucinante). Enfilé la recta que te lleva a Rascafría y me empezaron a surgir todo tipo de dudas y miedos. Segundo y último error del día, todos mis planes y mi estrategia se vino abajo al verme solo en el Valle de Lozoya, lo que más temor me daba, lo que me habían advertido compañeros que tenía que evitar a toda costa, hacerme el tramo desde Rascafría hasta Canencia solo. Así que concentración dosificación, mucho miedo y un punto de cordura que me hizo ver la luz.


Por fortuna un par de kilómetros antes de llegar a Lozoya llegó hasta mí un compañero, no recuerdo el número de dorsal, lo que sí recuerdo es el nombre Christian. Me propuso hacer el tramo hasta Canencia juntos, a lo que le dije que claro pero que yo iba a guardar mucho para afrontar con garantías la subida. En muchos tramos, sobre todo cuesta abajo se me iba mucho, creo que rondaría por el 1,90 de estatura, bici Cannondale del Liquigas pinta de muy profesional pero creo que entendió perfectamente que nos teníamos que apoyar y en más de un tramo aflojó para darme tiempo a llegar. En mi cabeza se repetía una y otra vez la frase de Alberto, “- no hay que perder nunca la rueda”, a lo que yo le acuñé mi parte personal: “- si las fuerzas te lo permiten”…


Casi llegando a Canencia un nuevo soplo de aire para mi nuevo compi y para mí, un grupo de 3 ciclistas se nos unen. Al principio intentaron dejarnos cuando se toma el desvío para Canencia, pero cuando empezaron las cuestas, pudimos llegar a ellos con facilidad y ya no les dejaríamos hasta el alto.

La subida a Canencia por esta parte nunca la había hecho. Es una subida preciosa, en sombra, muy bonita, tranquila, sin excesiva dureza salvo en la parte final. Un puerto de los que ves en la tele a los profesionales. Mucho silencio y un aroma a madera recién cortada que te inundaba los pulmones y te hacía respirar pura naturaleza. Con un ritmo suave fuimos afrontando las primeras rampas, mi mayor temor era perder ese grupeto y quedarme solo, pero mis piernas se recuperaron milagrosamente. Por arte de magia me convertí en jefe del mini-pelotón, hice toda la subida en cabeza tirando del grupo, incluso se llegaron a quedar descolgados como a 500 metros de la cima. Me sentía Purito, Induráin, Contador, Pantani, Perico, no me lo podía creer, incluso alcancé a dos ciclista que me sacaban como 900 metros, y terminé demarrando en el alto. Qué diferencia con la subida a Morcuera!!!





Parada obligada en el avituallamiento para reponer líquidos y comer algo, y descenso muy rápido hacia Miraflores. Gran descenso acortando en las curvas trazando muy bien, recuperando fuerzas y lo que es más importante, mi cabeza me decía que ya lo tenía en mi mano, que sólo me tenía que dejar llevar hasta Guadalix y desde ahí el último esfuerzo hasta casa.


Alcancé de nuevo a los dos ciclistas de Canencia que prácticamente no habían parado en el avituallamiento y continuamos hacia Guadalix para enfilar el último escollo del día el Cerro de San Pedro. Como estos compañeros no conocían el terreno me ofrecí muy gustoso a marcarles el camino e indicarles cómo es la subida al Cerro que tantas veces hemos hecho.


Justo a mitad de subida, a la altura de las curvas, se nos acerca una moto de la Guardia Civil y nos dice que aflojemos, que más atrás viene un grupo de ciclistas (mis compañeros de subida a Canencia que se quedaron en el alto) junto con la ambulancia y el coche escoba, que nos reagrupa y así nos protegen mejor, yo le miro y le digo que no, que vamos bien a ritmo, cosa que secundan mis compañeros y parece cabrear al guardia ya que se da media vuelta para consultar con el compañero y le volvemos a ver  pasar a la velocidad del rayo dirección a Colmenar como alma que lleva el diablo.


Poco a poco vamos subiendo, pasamos la entrada a los servicios del AVE, y enfilamos las rampas más duras del Cerro. Ya no sé que plato llevaba ni que piñón, sólo me concentraba en dar pedales y mirar de frente hasta que vi surgir tras la curva la caseta de los peones camioneros que corona el alto para apretar un poco más y terminar la subida.





Desde aquí ya no miré atrás, mis compañeros de subida se quedaron, yo me lancé como un profesional que salta del grupo escapado en busca de un enemigo personal que tengo en esta zona y no es otro que el “Cerrillo”. Es un repecho de unos 300 metros que hay al salir de la curva una vez termina la bajada  cuando coronas. Lo he intentado subir de todas las maneras posibles y siempre se me atraganta. Con y sin plato, con cadencia, con potencia, fuerte, suave, no puedo con él, pero este no era el día para que me venciese una vez más, así que guiado por la moto de la Guardia Civil que se me pegó, puse todas mis ganas y lo pasé de la mejor manera posible, casi sin darme cuenta, cuando vi que ya se había terminado no me lo podía creer, bajé todo y me dispuse a enfilar la ultima bajada hasta llegar a Remedios. En el repecho de Remedios traté de coger el máximo impulso posible aunque reconozco que al final del repecho mis pulsaciones y mis fuerzas ya no las encontraba.


Mi momento de gloria. Sabiendo que era de los últimos clasificados, que ya no quedaría nadie para hacerme una foto “oficial”, que con un poco de suerte podría devolver el chip a alguien de la organización, y recoger el diploma, el Guardia Civil que me acompañaba me pregunta si quiero que me corte el tráfico, que si quiero apretar hasta el final a lo que le contesto que sí, que voy a muerte hasta meta, y desde la altura del cuartel de los helicópteros hasta Colmenar, pone la sirena y me lleva parando el tráfico mientras me lanzo a 50km/h dirección a la meta como si fuese un escapado del Giro en búsqueda de su etapa.


Qué sensación llegar a la meta y pasar por el arco de llegada. He de reconocer que casi se me saltan las lágrimas de la emoción por el reto conseguido. Nunca había hecho tantos kilómetros ni había sufrido tanto sobre la bici. Lo había conseguido, había terminado el Desafío, mí desafío.


Quiero desde aquí agradecer a la organización de este magnifico evento todo el servicio y la ayuda prestada, por los avituallamientos, muy bien organizados. A los cuerpos de seguridad por velar por todos nosotros. Felicitar a todos los corredores que han podido terminar la carrera y a los que como yo hemos logrado nuestro desafío personal. A los que no han podido por accidente o desfallecimiento y lo han hecho en el coche escoba, animarles a participar otro año, seguro lo consiguen.

También darles las gracias a mis compañeros del Club Arnelas que se preocuparon llamándome y mensajeándome para saber cómo había terminado. Gracias chicos, espero poder  formar parte de esa foto algún día (ya sabéis a qué me refiero).


Esperemos repetir el próximo año.


Y para terminar decir que todo el sacrificio y los momentos agónicos sufridos durante la carrera, toda la satisfacción personal por terminarla, no tienen ni punto de comparación por la acogida que me hicieron en casa mi mujer y mi hijo con sus besos, abrazos y felicitaciones.


Próxima parada Los Melonares, en Sevilla. Un reto CIMA, ya os lo contaré.


Gracias a todos.

1 comentario:

  1. Muy interesante tu relato. Yo estoy pensando en participar en la proxima del 2013 y estoy un poquito "acojonado". Este año llevo dos marchetas, la de bilbao y la de Alcobendas. A mi tambien se me atraganga la Morcuera. Suelo hacer los domingos 107 km desde Sanse hasta morcuera y no bajo de la hora. Bueno, seria un placer encontrarte en la del 2013.
    Un saludo.

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