Un
nuevo domingo de ruta con los compañeros del Club Arnelas tras el parón de la
semana pasada. Como ya habíamos quedado, y me rondaba hace tiempo por la
cabeza, teníamos previsto subir Abantos, pese a las indicaciones y advertencias
por parte de Salva.
Como
siempre quedamos en El Canto muy temprano para intentar evitar el duro calor
que ya se hace notar y mucho, me volví a quemar cual guiri en la playa.
Demasiadas bajas y pocas ganas de rodar. Notaba un desencanto generalizado y es
que fue mencionar la subida de Abantos y la gente empezó a murmurar y a rajarse,
que si está muy lejos, que si es muy duro, que si el firme no está bien, que si
estamos a final de temporada… Final de temporada? Pero si lo mejor acaba de
empezar. Cuando vas a subir los puertos en invierno con frío? El caso es
quejarse…
Con
todo y con eso el consenso general fue ir hacia Guadarrama y una vez allí ya se
vería lo que finalmente haríamos, por lo que como siempre nos dirigimos hacia
el carril bici para empezar a soltar las piernas.
Como
llevábamos muchas bajas, en especial los denominados cabezas del pelotón D.
José y Ramón, especialistas en tirar del grupo, me emparejé con Juan y
comenzamos a marcar un buen ritmo. A mí me parecía normal, plato pequeño y
mucha cadencia, en las bajadas dejarnos caer y velocidad, pues la gente iba por
detrás piándolas, que si muy rápido que donde íbamos a esas horas, en fin que o
estoy como un toro o los demás han tirado la toalla.
Foto: rodando por el carril bici. |
Aflojamos
un poco la marcha, recogimos a Faustino llegando a Soto, y nos desviamos
dirección Cerceda. En un principio seguí marcando el ritmo con Juan, hasta que
los más interesados en regularizar la marcha se pusieron en cabeza y marcaron
otro ritmo más tranquilo. Lo de tranquilo es un decir, ya que no se dan cuenta
que llaneando van muy fuerte o ellos no se dan cuenta. Recorrimos la distancia que
nos separaba de Cerceda a muy buen ritmo, es más, en el repecho de los
montañeros en Manza, tuvimos que aflojar en el descenso ya que el grupo había reventado
por todas partes. Fue el primer aviso.
Foto: numerosa grupeta. |
Foto: ayer con los colores del Fugitive Test Team. |
Llegamos
a Cerceda y continuamos dirección Becerril. En este falso llano, ya que poco a
poco va picando hacia arriba, fue Luis quien se puso en cabeza a marcar un
fuerte ritmo. Pocos pudimos seguirle y aun así, nos costó y es que yo por mi
parte no quería gastar fuerzas inútilmente que luego me vendrían muy bien para
afrontar la subida del puerto, por lo que aunque a cola del grupo, busqué la
cadencia y junto con Juan cerrábamos el mini pelotón de escapados que había creado
Luis con su fuerte y terrorífico ritmo. Segundo aviso.
Llegamos
al alto y paramos como siempre a que fueran llegando los demás entre quejidos y
lamentaciones. Era momento para empezar a comer por lo que cayeron las primeras
piezas de barritas, tenía que llegar muy bien al comienzo del puerto.
Con
todos ya reagrupados, nos lanzamos hacia Collado Mediano. Por mi parte iba muy rápido.
No sé si por las ganas de bici o porque como dice Paco las Pinarello corren
mucho, el caso es que a casi 70 km/h llegamos enseguida a dicha localidad la
cual atravesamos como es habitual esquivando su alcantarillado. Es curioso.
Hemos pasado como 20 veces este año por este tramo y es como si fuera un
ejercicio de memoria. Llega un momento que reconoces todas las irregularidades
del terreno y donde está cada peligro. Casi podría decirse que podría ir con los
ojos cerrados por esta carretera. Cosa más que improbable como es lógico.
Foto: venga sacarme en una foto con cara de profesional... |
Cruzamos
el pueblo y llegamos a lo que yo denomino la rotonda de La Serranilla. Allí
volvimos a parar para decidir quién finalmente se decidía por la opción Abantos.
Unos rajados, sólo tres valientes dieron el paso al frente como en el ejército,
Juan, Rubén y como no, el incombustible Paco. Así que el resto se decidió por
La Serranilla, mientras que nosotros nos desviábamos hacia Guadarrama y El
Escorial.
Foto: cruzando Collado Mediano. |
Larga
recta hacia Guadarrama. Muy rápida en un principio y con tiento casi al final y
es que con sólo 4 integrantes, había que regular mucho. Nos quedaba mucha ruta
de regreso y la subida a un puerto desconocido para todos nosotros.
Cruzamos
Guadarrama y enfilamos por la carretera de El Escorial y sus constantes
repechos rompepiernas. Pasamos el Valle de los Caídos (hay que hacer esa subida
algún día), y seguimos en búsqueda del desvío del Tomillar como nos había dicho
Salva. Iba en cabeza con Rubén charlando, y nos pasamos el desvío, culpa mía,
por lo que fuimos hasta la rotonda para dar la vuelta y volver nuevamente hasta
el comienzo de la subida.
Como
no sabíamos por dónde ir, les preguntamos a unos compañeros en mountain bike si
sabían la ruta hacia Abantos. Tras las indicaciones y apuntes pertinentes, vi
un destello de desconfianza al vernos sobre nuestras finas bicis de carbono…
luego descubrimos por qué.
Foto: cortesía de www.altimetrias.net |
Comenzamos
la subida muy tranquilos, con un ritmo muy suave y bueno con las pulsaciones
muy contraladas. El asfalto era perfecto por lo que nos llegamos a preguntar si
era la carretera adecuada, o si por el contrario Salva había exagerado en sus explicaciones.
La subida no era dura en absoluto y eso me hacía que pensar. El porcentaje no
superaba el 5% en ningún momento y lo mejor eran las impresionantes vistas. A
nuestros pies se alzaba imponente el monasterio que mandó levantar Felipe II
para conmemorar la victoria de San Quintín sobre los franceses. Admirando el
paisaje fuimos ganando metros de ascensión hasta que de repente llegamos a una desviación
a la derecha.
Fotos: comienza la subida de Abantos. |
En
un principio no supimos qué hacer. La lógica nos instó a seguir por el camino
con buen asfalto, tratando de evitar el cartel enorme que anunciaba pista con
firme deteriorado. Como es lógico, nos volvimos a equivocar. Tras volver a
preguntar a unos excursionistas que nos pusieron en la dirección adecuada, emprendimos
lo que verdaderamente es la auténtica subida de Abantos.
Fotos: impresionantes vistas de El Escorial. |
Ese
punto es donde confluyen los caminos de subida desde el propio Escorial y el
del Tomillar. El resto de la subida es un verdadero suplicio, no por el
porcentaje en sí, hay un tramo más duro con rampas hasta del 17% según la altimetría,
sino por la tensión que acumulas cada vez que ves un socavón en medio de la
carretera o incluso tramos donde parece imposible pasar con una bici de carbono
o lo que es peor, momentos en los que circulas por una autentica pista de
tierra que parecen que circules al borde del abismo o patinando sobre hielo.
Con
todo y con eso la subida es espectacular. Lástima que el suelo esté así de mal. Con buen asfalto sería una
autentica gozada. Sin apenas tráfico, salvo por un par de coches, los únicos aventureros
son los compis de las ruedas gordas y algún que otro excursionista. Incluso hay
tramos de descenso que te ayudan a recuperar y una fuente a mitad de subida que
te da la vida, tanto al subir como al bajar, y es que en días de calor como el
de ayer, vacías un bidón al subir y dos al bajar.
Intentamos
ir los 4 juntos. En fila de a uno y avisando de la mejor trazada posible.
Pronto Rubén empezó a dar síntomas de fatiga y se empezó a descolgar. Nos
comentó que siguiésemos subiendo que él prefería ir a su ritmo. Poco a poco
fuimos abriendo hueco y en una de las bajadas, al ver que no venía, nos dimos
cuenta al comienzo de la ascensión que llevaba la rueda muy baja, pesamos que había
pinchado. Juan y yo paramos en la fuente a mitad de subida más o menos.
Tratamos de avisar a Paco pero no nos debió de oír puesto que ya no le vimos
hasta metros más arriba. En la fuente tras rellenar los bidones y una breve
pausa, apareció Rubén que venía ya muy tocado. Comió algo, bebió y reiniciamos
la ascensión. Lo peor estaba por venir.
Según
mis cálculos debíamos estar a media subida. No quise decírselo a Rubén para no
desanimarle, pero a medida que la pista (no se le puede llamar carretera a eso)
empezaba a empinarse, se descolgó definitivamente.
Yo
iba en cabeza marcando el ritmo y avisando a Juan de la mejor trazada. Sentía
los brazos agarrotados de la tensión y algún que otro susto me llevé al ponerme
de pie y no traccionar la rueda trasera. Justo cuando llegábamos a la parte más
dura, bajaba un grupo de bikers. Yo les pude esquivar o en este caso adelantar
en la elección de la trazada, Juan no tuvo tanta suerte y al paso del ultimo,
que venía haciendo el gili para ir por un terreno tan complicado, se lo
encontró de frente a la salida de una curva de herradura, y tuvo que echar pie
a tierra para evitar una caída.
Por
suerte pudimos acabar esa parte de la subida sin mayores complicaciones más que
el propio esfuerzo. Justo al llegar al primer alto por así decirlo, como a unos
800 metros de la cima, estaba Paco esperándonos. Decidimos continuar la ascensión
hasta el cartel que se venía a lo lejos y que marcaba el límite de las
provincias entre Madrid y Ávila, por lo que nos pusimos en marcha y con mucha
pericia y maña logramos coronar tan bonito pero tan sufrido puerto.
En
la cima, fotos de rigor en el cartel del puerto y tras un charla con unos compi
de ruedas finas que venían por la vertiente abulense, decidimos bajar para ver
si Rubén, del que no sabíamos nada hacía un buen rato, había decidido parar.
Nos le encontramos a 600 metros de la cima, le dijimos que le esperábamos si quería
coronar y nos dijo que no estaba para eso, que prefería bajar con nosotros.
Fotos: un nuevo C.I.M.A. |
Si
la subida era mala, la bajada fue infernal, eterna, sufrida y angustiosa. A día
de hoy todavía me duelen los antebrazos de frenar y de la tensión. Ahora es comprensible por qué las bicis de
carbono están hechas para la carretera. Para que os hagáis una idea, los que conocéis
la bajada de Miraflores a Soto, es una autopista de peaje en comparación con la
bajada de Abantos. Fue tan mala que aparte de hacerla prácticamente parados,
pese a que estas bicis no frenan, cada bache, hueco, golpe, piedra, etc., se trasmite desde la bici a tu espalda.
Resultado, uno de los compis de la grupeta que bajó con nosotros, tubular
reventado, por suerte en nuestro grupeto salimos ilesos. A mitad de bajada,
paramos en la fuente más por descansar los brazos que por el agua, aunque a
Rubén le vino de maravilla comer un poco y rellenar los bidones. Los demás ante
el largo camino de vuelta, también optamos por comer.
Por
fin llegamos a la zona con buen asfalto y pudimos dejar de frenar por unos
cuantos kilómetros. Nos lanzamos disfrutando, esta vez sí, de un descenso más
propio de una carretera de montaña. En un momento llegamos a la carretera de El
Escorial y tomamos dirección a Guadarrama. En esta ocasión y dadas las horas
del día, decidimos ir de a uno y a relevos cortos para evitar el cansancio en
exceso, por lo que dejamos a Rubén que se pusiera el último a rueda y entre
Juan, Paco y yo fuimos dando relevos hasta llegar a Guadarrama.
Cruzamos
dicha localidad y nos enfrentamos a la larga recta que nos llevaría de regreso
a Collado Mediano. Aquí volvimos a circular de a dos y siempre dejando a Rubén
descansar. Los primeros kilómetros se hacen muy alegres y nuestro compi lo
aguantaba bien, pero a medida que la carretera empezaba a picar, bajamos el
ritmo ya que Rubén sufría en exceso. Los últimos 150 metros antes de llegar a la
rotonda de La Serranilla, fueron un calvario para él.
Pudimos
recuperar un poco en el falso llano. Le di una barrita para que comiera algo y
afrontamos la parte más dura de esa subida hasta Becerril. Pasamos la mini
rotonda y los 2kms hasta Becerril fueron una auténtica lucha titánica por parte
de Rubén y es que no paraba de hacer la goma. Tratamos entre Paco y yo de
llevarle, pero le vimos muy tocado, por lo que no quedaba otra que mucha
paciencia y pedalada a pedalada tratar de pasar el trago lo mejor posible. Al
final tras un grandísimo esfuerzo por su parte, paramos donde siempre y a la sombra
para que estirara un poco.
Foto: Fugitive Team. |
Foto: descenso por Becerril. |
Prácticamente
nos dejamos caer hacia Cerceda. Pese a ir dándonos relevos entre los tres
nuevamente, las velocidades y el esfuerzo no eran excesivos. Llegados a
Cerceda, fuimos hacia la fuente para rellenar bidones y encontrarme con una
grata sorpresa.
Nada
más llegar a la fuente, vi como por el final de la calle aparecían cual
espectros, 2 figuras inconfundibles del pacá-payá, Enrique Fugitive Sevilla y Pedro Colnago,
ataviados con los colores del Fugitive Test
Team. La casualidad hizo que yo precisamente también llevara dichos colores
en el día de ayer, por lo que no había mejor ocasión que esta para inmortalizar
ese encuentro. Tras unos minutos de charla sobre la próxima edición de la
Nocturna Pedro Colnago y contarnos los avatares de la ruta del día, nos
despedimos hasta la próxima y continuamos cada grupeta por nuestro camino.
Foto: con 2 grandes, Pedro Colnago y Enrique Fugitive Sevilla. Eh chicos, si parece que vamos al mismo colegio....!!! |
Ante
el estado angustioso de Rubén, decidimos optar por lo que oficialmente Juan
bautizó como la opción Ruta de la Pájara,
es decir, acortar directamente hacia Colmenar por Cerceda. Y la hemos bautizado
así ya que siempre escogemos ese camino cada vez que alguien de la grupeta viene
tocado tras una dura ruta. Yo personalmente no hace mucho que tuve que acogerme
a sagrado y pedir clemencia para terminar por ese camino y acortar el
sufrimiento.
Una
vez más y a relevos entre los tres pese a circular en paralelo fuimos recorriendo
los kilómetros que nos separaban a
Colmenar y que a Rubén se le hacían eternos. Dos últimos repechos tuvo que
sufrir, el del puente medieval y el de la base San Pedro, por eso cuando vio el
desvío de entrada a Colmenar, como a mí ya me pasó en su día, le debió parecer
una autopista hacia el cielo.
Ya
en las calles de Colmenar, más por las ganas de acabar que por otra cosa, las
piernas parecían que nos invitaban a dar un último apretón y terminar cuanto
antes. Nos cruzamos con Faustino que ya iba de vuelta para Soto y según íbamos llegando
al centro, cada uno se fue para su casa tras 115 kms de ruta. No había tiempo
para disfrutar de una cervecita. Otro día será.
Al
final una muy buena ruta y un nuevo C.I.M.A. al zurrón.
La
semana que viene subiremos a La Barranca, o eso creo. Lo que sea aquí lo
contaremos.
Gracias
a todos.
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