martes, 6 de agosto de 2013

Abantos (4/8/13). Reto C.I.M.A.


Un nuevo domingo de ruta con los compañeros del Club Arnelas tras el parón de la semana pasada. Como ya habíamos quedado, y me rondaba hace tiempo por la cabeza, teníamos previsto subir Abantos, pese a las indicaciones y advertencias por parte de Salva.

Como siempre quedamos en El Canto muy temprano para intentar evitar el duro calor que ya se hace notar y mucho, me volví a quemar cual guiri en la playa. Demasiadas bajas y pocas ganas de rodar. Notaba un desencanto generalizado y es que fue mencionar la subida de Abantos y la gente empezó a murmurar y a rajarse, que si está muy lejos, que si es muy duro, que si el firme no está bien, que si estamos a final de temporada… Final de temporada? Pero si lo mejor acaba de empezar. Cuando vas a subir los puertos en invierno con frío? El caso es quejarse…

Con todo y con eso el consenso general fue ir hacia Guadarrama y una vez allí ya se vería lo que finalmente haríamos, por lo que como siempre nos dirigimos hacia el carril bici para empezar a soltar las piernas.

Como llevábamos muchas bajas, en especial los denominados cabezas del pelotón D. José y Ramón, especialistas en tirar del grupo, me emparejé con Juan y comenzamos a marcar un buen ritmo. A mí me parecía normal, plato pequeño y mucha cadencia, en las bajadas dejarnos caer y velocidad, pues la gente iba por detrás piándolas, que si muy rápido que donde íbamos a esas horas, en fin que o estoy como un toro o los demás han tirado la toalla.

Foto: rodando por el carril bici.

Aflojamos un poco la marcha, recogimos a Faustino llegando a Soto, y nos desviamos dirección Cerceda. En un principio seguí marcando el ritmo con Juan, hasta que los más interesados en regularizar la marcha se pusieron en cabeza y marcaron otro ritmo más tranquilo. Lo de tranquilo es un decir, ya que no se dan cuenta que llaneando van muy fuerte o ellos no se dan cuenta. Recorrimos la distancia que nos separaba de Cerceda a muy buen ritmo, es más, en el repecho de los montañeros en Manza, tuvimos que aflojar en el descenso ya que el grupo había reventado por todas partes. Fue el primer aviso.

Foto: numerosa grupeta.

Foto: ayer con los colores del Fugitive Test Team.


Llegamos a Cerceda y continuamos dirección Becerril. En este falso llano, ya que poco a poco va picando hacia arriba, fue Luis quien se puso en cabeza a marcar un fuerte ritmo. Pocos pudimos seguirle y aun así, nos costó y es que yo por mi parte no quería gastar fuerzas inútilmente que luego me vendrían muy bien para afrontar la subida del puerto, por lo que aunque a cola del grupo, busqué la cadencia y junto con Juan cerrábamos el mini pelotón de escapados que había creado Luis con su fuerte y terrorífico ritmo. Segundo aviso.

Llegamos al alto y paramos como siempre a que fueran llegando los demás entre quejidos y lamentaciones. Era momento para empezar a comer por lo que cayeron las primeras piezas de barritas, tenía que llegar muy bien al comienzo del puerto.

Con todos ya reagrupados, nos lanzamos hacia Collado Mediano. Por mi parte iba muy rápido. No sé si por las ganas de bici o porque como dice Paco las Pinarello corren mucho, el caso es que a casi 70 km/h llegamos enseguida a dicha localidad la cual atravesamos como es habitual esquivando su alcantarillado. Es curioso. Hemos pasado como 20 veces este año por este tramo y es como si fuera un ejercicio de memoria. Llega un momento que reconoces todas las irregularidades del terreno y donde está cada peligro. Casi podría decirse que podría ir con los ojos cerrados por esta carretera. Cosa más que improbable como es lógico.

Foto: venga sacarme en una foto con cara de profesional...

Cruzamos el pueblo y llegamos a lo que yo denomino la rotonda de La Serranilla. Allí volvimos a parar para decidir quién finalmente se decidía por la opción Abantos. Unos rajados, sólo tres valientes dieron el paso al frente como en el ejército, Juan, Rubén y como no, el incombustible Paco. Así que el resto se decidió por La Serranilla, mientras que nosotros nos desviábamos hacia Guadarrama y El Escorial.

Foto: cruzando Collado Mediano.

Larga recta hacia Guadarrama. Muy rápida en un principio y con tiento casi al final y es que con sólo 4 integrantes, había que regular mucho. Nos quedaba mucha ruta de regreso y la subida a un puerto desconocido para todos nosotros.

Cruzamos Guadarrama y enfilamos por la carretera de El Escorial y sus constantes repechos rompepiernas. Pasamos el Valle de los Caídos (hay que hacer esa subida algún día), y seguimos en búsqueda del desvío del Tomillar como nos había dicho Salva. Iba en cabeza con Rubén charlando, y nos pasamos el desvío, culpa mía, por lo que fuimos hasta la rotonda para dar la vuelta y volver nuevamente hasta el comienzo de la subida.

Como no sabíamos por dónde ir, les preguntamos a unos compañeros en mountain bike si sabían la ruta hacia Abantos. Tras las indicaciones y apuntes pertinentes, vi un destello de desconfianza al vernos sobre nuestras finas bicis de carbono… luego descubrimos por qué.

Foto: cortesía de www.altimetrias.net

Comenzamos la subida muy tranquilos, con un ritmo muy suave y bueno con las pulsaciones muy contraladas. El asfalto era perfecto por lo que nos llegamos a preguntar si era la carretera adecuada, o si por el contrario Salva había exagerado en sus explicaciones. La subida no era dura en absoluto y eso me hacía que pensar. El porcentaje no superaba el 5% en ningún momento y lo mejor eran las impresionantes vistas. A nuestros pies se alzaba imponente el monasterio que mandó levantar Felipe II para conmemorar la victoria de San Quintín sobre los franceses. Admirando el paisaje fuimos ganando metros de ascensión hasta que de repente llegamos a una desviación a la derecha.



Fotos: comienza la subida de Abantos.
En un principio no supimos qué hacer. La lógica nos instó a seguir por el camino con buen asfalto, tratando de evitar el cartel enorme que anunciaba pista con firme deteriorado. Como es lógico, nos volvimos a equivocar. Tras volver a preguntar a unos excursionistas que nos pusieron en la dirección adecuada, emprendimos lo que verdaderamente es la auténtica subida de Abantos.


Fotos: impresionantes vistas de El Escorial.

Ese punto es donde confluyen los caminos de subida desde el propio Escorial y el del Tomillar. El resto de la subida es un verdadero suplicio, no por el porcentaje en sí, hay un tramo más duro con rampas hasta del 17% según la altimetría, sino por la tensión que acumulas cada vez que ves un socavón en medio de la carretera o incluso tramos donde parece imposible pasar con una bici de carbono o lo que es peor, momentos en los que circulas por una autentica pista de tierra que parecen que circules al borde del abismo o patinando sobre hielo.

Con todo y con eso la subida es espectacular. Lástima que el suelo esté  así de mal. Con buen asfalto sería una autentica gozada. Sin apenas tráfico, salvo por un par de coches, los únicos aventureros son los compis de las ruedas gordas y algún que otro excursionista. Incluso hay tramos de descenso que te ayudan a recuperar y una fuente a mitad de subida que te da la vida, tanto al subir como al bajar, y es que en días de calor como el de ayer, vacías un bidón al subir y dos al bajar.

Intentamos ir los 4 juntos. En fila de a uno y avisando de la mejor trazada posible. Pronto Rubén empezó a dar síntomas de fatiga y se empezó a descolgar. Nos comentó que siguiésemos subiendo que él prefería ir a su ritmo. Poco a poco fuimos abriendo hueco y en una de las bajadas, al ver que no venía, nos dimos cuenta al comienzo de la ascensión que llevaba la rueda muy baja, pesamos que había pinchado. Juan y yo paramos en la fuente a mitad de subida más o menos. Tratamos de avisar a Paco pero no nos debió de oír puesto que ya no le vimos hasta metros más arriba. En la fuente tras rellenar los bidones y una breve pausa, apareció Rubén que venía ya muy tocado. Comió algo, bebió y reiniciamos la ascensión. Lo peor estaba por venir.

Según mis cálculos debíamos estar a media subida. No quise decírselo a Rubén para no desanimarle, pero a medida que la pista (no se le puede llamar carretera a eso) empezaba a empinarse, se descolgó definitivamente.

Yo iba en cabeza marcando el ritmo y avisando a Juan de la mejor trazada. Sentía los brazos agarrotados de la tensión y algún que otro susto me llevé al ponerme de pie y no traccionar la rueda trasera. Justo cuando llegábamos a la parte más dura, bajaba un grupo de bikers. Yo les pude esquivar o en este caso adelantar en la elección de la trazada, Juan no tuvo tanta suerte y al paso del ultimo, que venía haciendo el gili para ir por un terreno tan complicado, se lo encontró de frente a la salida de una curva de herradura, y tuvo que echar pie a tierra para evitar una caída.

Por suerte pudimos acabar esa parte de la subida sin mayores complicaciones más que el propio esfuerzo. Justo al llegar al primer alto por así decirlo, como a unos 800 metros de la cima, estaba Paco esperándonos. Decidimos continuar la ascensión hasta el cartel que se venía a lo lejos y que marcaba el límite de las provincias entre Madrid y Ávila, por lo que nos pusimos en marcha y con mucha pericia y maña logramos coronar tan bonito pero tan sufrido puerto.

En la cima, fotos de rigor en el cartel del puerto y tras un charla con unos compi de ruedas finas que venían por la vertiente abulense, decidimos bajar para ver si Rubén, del que no sabíamos nada hacía un buen rato, había decidido parar. Nos le encontramos a 600 metros de la cima, le dijimos que le esperábamos si quería coronar y nos dijo que no estaba para eso, que prefería bajar con nosotros.



Fotos: un nuevo C.I.M.A.
Si la subida era mala, la bajada fue infernal, eterna, sufrida y angustiosa. A día de hoy todavía me duelen los antebrazos de frenar y de la tensión.  Ahora es comprensible por qué las bicis de carbono están hechas para la carretera. Para que os hagáis una idea, los que conocéis la bajada de Miraflores a Soto, es una autopista de peaje en comparación con la bajada de Abantos. Fue tan mala que aparte de hacerla prácticamente parados, pese a que estas bicis no frenan, cada bache, hueco, golpe, piedra, etc.,  se trasmite desde la bici a tu espalda. Resultado, uno de los compis de la grupeta que bajó con nosotros, tubular reventado, por suerte en nuestro grupeto salimos ilesos. A mitad de bajada, paramos en la fuente más por descansar los brazos que por el agua, aunque a Rubén le vino de maravilla comer un poco y rellenar los bidones. Los demás ante el largo camino de vuelta, también optamos por comer.

Por fin llegamos a la zona con buen asfalto y pudimos dejar de frenar por unos cuantos kilómetros. Nos lanzamos disfrutando, esta vez sí, de un descenso más propio de una carretera de montaña. En un momento llegamos a la carretera de El Escorial y tomamos dirección a Guadarrama. En esta ocasión y dadas las horas del día, decidimos ir de a uno y a relevos cortos para evitar el cansancio en exceso, por lo que dejamos a Rubén que se pusiera el último a rueda y entre Juan, Paco y yo fuimos dando relevos hasta llegar a Guadarrama.

Cruzamos dicha localidad y nos enfrentamos a la larga recta que nos llevaría de regreso a Collado Mediano. Aquí volvimos a circular de a dos y siempre dejando a Rubén descansar. Los primeros kilómetros se hacen muy alegres y nuestro compi lo aguantaba bien, pero a medida que la carretera empezaba a picar, bajamos el ritmo ya que Rubén sufría en exceso. Los últimos 150 metros antes de llegar a la rotonda de La Serranilla, fueron un calvario para él.

Pudimos recuperar un poco en el falso llano. Le di una barrita para que comiera algo y afrontamos la parte más dura de esa subida hasta Becerril. Pasamos la mini rotonda y los 2kms hasta Becerril fueron una auténtica lucha titánica por parte de Rubén y es que no paraba de hacer la goma. Tratamos entre Paco y yo de llevarle, pero le vimos muy tocado, por lo que no quedaba otra que mucha paciencia y pedalada a pedalada tratar de pasar el trago lo mejor posible. Al final tras un grandísimo esfuerzo por su parte, paramos donde siempre y a la sombra para que estirara un poco.

Foto: Fugitive Team.

Foto: descenso por Becerril.

Prácticamente nos dejamos caer hacia Cerceda. Pese a ir dándonos relevos entre los tres nuevamente, las velocidades y el esfuerzo no eran excesivos. Llegados a Cerceda, fuimos hacia la fuente para rellenar bidones y encontrarme con una grata sorpresa.

Nada más llegar a la fuente, vi como por el final de la calle aparecían cual espectros, 2 figuras inconfundibles del pacá-payá, Enrique Fugitive Sevilla y Pedro Colnago, ataviados con los colores del Fugitive Test Team. La casualidad hizo que yo precisamente también llevara dichos colores en el día de ayer, por lo que no había mejor ocasión que esta para inmortalizar ese encuentro. Tras unos minutos de charla sobre la próxima edición de la Nocturna Pedro Colnago y contarnos los avatares de la ruta del día, nos despedimos hasta la próxima y continuamos cada grupeta por nuestro camino.

Foto: con 2 grandes, Pedro Colnago y Enrique Fugitive Sevilla.
Eh chicos, si parece que vamos al mismo colegio....!!!

Ante el estado angustioso de Rubén, decidimos optar por lo que oficialmente Juan bautizó como la opción Ruta de la Pájara, es decir, acortar directamente hacia Colmenar por Cerceda. Y la hemos bautizado así ya que siempre escogemos ese camino cada vez que alguien de la grupeta viene tocado tras una dura ruta. Yo personalmente no hace mucho que tuve que acogerme a sagrado y pedir clemencia para terminar por ese camino y acortar el sufrimiento.

Una vez más y a relevos entre los tres pese a circular en paralelo fuimos recorriendo los kilómetros  que nos separaban a Colmenar y que a Rubén se le hacían eternos. Dos últimos repechos tuvo que sufrir, el del puente medieval y el de la base San Pedro, por eso cuando vio el desvío de entrada a Colmenar, como a mí ya me pasó en su día, le debió parecer una autopista hacia el cielo.

Ya en las calles de Colmenar, más por las ganas de acabar que por otra cosa, las piernas parecían que nos invitaban a dar un último apretón y terminar cuanto antes. Nos cruzamos con Faustino que ya iba de vuelta para Soto y según íbamos llegando al centro, cada uno se fue para su casa tras 115 kms de ruta. No había tiempo para disfrutar de una cervecita. Otro día será.

Al final una muy buena ruta y un nuevo C.I.M.A. al zurrón.

La semana que viene subiremos a La Barranca, o eso creo. Lo que sea aquí lo contaremos.

Gracias a todos.


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