Tras nuestra aventura en la
marcha Pedro Herrero, volvíamos a salir con los compañeros del Club Arnelas. La
ruta oficial del calendario marcaba El Berrueco, pero me parecía poca cosa para
estas alturas de temporada donde estamos a tope y con ganas de aprovechar el
buen tiempo para subir puertos.
Como siempre nos citamos en El
Canto. Muchos compañeros y otros que fueron llegando poco a poco. Juan decidió
cambiar la carretera por la montaña por lo que se fue con la sección de las
ruedas gordas (me dijo que le trataron de lujo, no me esperaba menos…). Así que
tras una pequeña deliberación el grupo se partió en dos mitades, unos salieron
por delante , desconocíamos la ruta, el resto, Paco, Ramón, Antonio, Rubén, su
tío Luis, Jesús, Kiki, servidor y un nuevo compañero del Club Colmenar que se
llama Carlos, optamos por la variante de
La Jarosa.
Nos pusimos en marcha hacia el
carril bici. Como siempre fuimos a ritmo suave para ir calentando las piernas dirección
Soto para una vez llegados allí, incorporar a Faustino a nuestro grupo y tomar dirección
Cerceda. Iba con Kiki en cabeza tirando del grupo y rápidamente empezamos a ganar
velocidad, y es que a Kiki se le van los pedales cuando va en cabeza. Pusimos
un ritmo rápido para ser primera hora del día, lo que hizo que Ramón tomara las
riendas junto a Jesús antes de la rotonda del gato y marcar un ritmo más
tranquilo.
Foto: parte de la grupeta de ayer. |
Pasamos Manzanares y continuamos
a buen ritmo hacia Cerceda. Tras pasar por la circunvalación, nos dirigimos
hacia Becerril con Ramón y Carlos en cabeza. Pronto el ritmo empezó a decaer ante la imperceptible pero constante
subida hacia Becerril. Justo antes de llegar a la zona del repecho, nos pareció
ver a los lejos a la otra grupeta que nos había precedido en la salida.
Misteriosamente aumentó el ritmo de subida. No sé si por llegar a la grupeta
para confirmar nuestras sospechas o por satisfacer nuestras ansias de
persecución. El caso es que a mitad de repecho les dimos alcance. Kiki, Carlos
y Paco en cabeza tirando del grupo. Coronamos el repecho y paramos donde
siempre a esperar al resto del grupo.
Foto: hoy nueva indumentaria. |
El otro grupo decidió seguir la
bajada hacia Collado Mediano y nosotros esperamos hasta que llegaron todos,
momento en el que Jesús se despidió de nosotros ya que se tenía que volver por
compromisos familiares.
Foto: Jesús no abandonó antes de tiempo. |
Rapidísimo descenso hacia Collado
Mediano. Creo que nunca he bajado tan rápido por ahí y es que no había nadie en
las carreteras. Crucé las calles de dicha localidad esquivando alcantarillas en
menos de 2 semanas y en la rotonda de desvío hacia Guadarrama y La Serranilla,
nos volvimos a encontrar con los compis que sí decidieron parar en ese punto.
Fotos: bajando hacia Guadarrama. |
Tras reanudar la marcha, os
dirigimos hacia Guadarrama por la larga recta que da acceso a dicho pueblo,
cruzamos sus calles y en la rotonda de El Escorial nos volvimos a dividir,
ellos se fueron hacia Alpedrete y nosotros hacia Guadarrama. Cruzamos sus
desiertas calles a esa hora de la mañana y en el semáforo del restaurante chino
giramos a izquierdas para tomar dirección La Jarosa.
Sabía que la ascensión a este
puerto es dura, por lo que venía reservando fuerzas para afrontarla sin
problemas. Aun así decidí tomarme un gel milagroso antes de la ascensión y es
que el primer tramo hasta llegar a la zona de merenderos también se las trae. Me
rezagué un poco terminando mi gel, lo que dio tiempo a que Kiki, Paco y Carlos
tomaran ventaja. Por detrás iban Luis con Rubén al lado y Ramón, Antonio y
Faustino cerrando el grupo.
Pronto llegué a este último trío.
Le dije a Ramón que se viniera conmigo pero no estaba para guerras así que proseguí
con la subida en solitario. A 50 metros llevaba a los de cabeza y a Luis y Rubén
escalonados. Primero acometí la caza de este último. Con ritmo suave y mucha cadencia, le fui
ganando metros hasta que le pasé a mitad de subida. El siguiente objetivo era
su tío Luis. Más de lo mismo, concentración, pulso controlado y casi coronando
antes del coger el desvío a la derecha, le di caza. Nos dejamos caer y
aflojamos un poco el ritmo por si entraba Rubén mientras que bordeábamos el
panto. Aproveché las explicaciones de Luis sobre la subida. Me confirmó mis
sospechas y es que hay 2 largas rectas que apuntan al cielo infinito que
parecen no terminar nunca, según me dijo. Lo habían subido tiempo atrás con las
bicis de montaña, y razón no les faltó…
Llegamos a la zona donde termia
la carretera y donde otras tantas veces hemos llegado y allí nos esperaba el
trío de cabeza. Dimos tiempo a que fueran llegando los demás y tras
convencerles, optamos por acometer la subida al Alto de La Jarosa.
Comenzó en cabeza Paco. Parecía que
tenía ganas de llegar a la cima ya que fue abriendo un pequeño hueco. Tras
pasar la barrera de la mejor manera posible ya que había mucha tierra, mi preocupación
se centraba en no pinchar en plena ascensión ya que de ser así, me sería casi
imposible reanudar la marcha en rampas que superan el 14% de desnivel.
Pronto nos dimos cuenta que el
terreno no nos iba a ser nada favorable. Pese a ser una pista cerrada al tráfico,
había tramos en muy malas condiciones y nada recomendables para bicis de
carbono con ruedas tan finas. Pero el paisaje invitaba a seguir subiendo. En un
breve descenso alcanzamos a Paco y comenzamos la verdadera subida. Sabía que
iba a ser complicada por lo que les volví a dar margen a los tres de cabeza. Me
centré en buscar la línea correcta para la ascensión.
Pronto se empezó a complicar la
cosa. Una curva de herradura a la
derecha te marca el comienzo de la dureza. El problemafue que cuando me puse de
pie en mitad de la misma para afrontarla con garantías, me di cuenta que el
asfalto era inexistente, era todo tierra por lo que la bici perdía todo agarre
con el suelo. Sudando la gota gorda más por canguelo que por el porcentaje, a
esas alturas me importaba poco, logré pasar el primer contratiempo.
Pasada una primera recta con
porcentajes entorno al 10%, la pendiente os dio un pequeño descanso. Seguía
viendo al grupo de cabeza pero cada vez más cerca. Me llamo mucho la atención que
casi no circularan juntos. Es más, se veía perfectamente como cada uno llevaba
una trayectoria diferente y que por momentos se iban distanciando más entre
ellos. La respuesta vino metros después cuando al llegar a la altura por donde
ellos transitaban, el asfalto casi había desaparecido convirtiéndose el camino
en una senda de arena, piedras y asfalto sin compactar.
Fotos: no se aprecia la pendiente pero aquí estábamos al 11%. |
Metros más adelante y pese a que
no se oyó ningún disparo, vi caer a Paco a plomo al suelo. No emitió quejido
alguno y al pasar a su lado tratando de buscar el sitio correcto, le pregunté
si se encontraba bien, a lo que me respondió que sí. Traté de seguir centrado
en mi ascensión, pero la cosa se empezaba a poner muy mal. Dos veces estuve a
punto de salirme del camino y otras tantas de dar con mis huesos en el suelo,
hasta que nuevamente el francotirador silencioso apretó el gatillo en búsqueda de
una nueva víctima, en este caso fui yo.
Fotos: momentos de relax... |
Al igual que Paco, caí cual fardo
y en un abrir y cerrar de ojos. Se me fue la rueda delantera por la tierra del
camino y no tuve tiempo de sacar las calas. De repente me vi en el suelo. Mi preocupación,
al igual que luego me confesó Paco, era no dañar la Pinarello, por lo que hice malabares
para poderme librar de los pedales. Una vez conseguido, y tras darnos cuenta
que era imposible seguir subiendo en tales condiciones, optamos por darnos la
vuelta y bajar a los merenderos.
Si la subida era complicada para
una bici de ruedas finas, la bajada resulto temerosa y es que como dice Ramón,
tienes la sensación que cuesta abajo las bicis de carretera no frenan. Con una
zapatilla sin anclar y con mucho tiento, todavía me duelen los brazos, bajamos
lo más prudentes que fuimos capaces hasta que por fin cruzamos la barrera y
paramos a descansar y comer en el merendero.
Con fuerzas renovadas emprendimos
el camino de vuelta con el amargor de no haber podido completar nuestra subida.
Fue una pena ya que el paraje es incomparable. Silencio, tranquilidad, rodeados
de pinos… Uno de esos pocos rincones apartados del mundo.
Fotos: enfilando el regreso hacia Collado Mediano. |
Abrió un hueco con nosotros
seguido de Paco y Carlos. Kiki y yo nos quedamos expectantes con el resto del
grupo a su ritmo por detrás. Antes de llegar a la zona de alcantarillas cogimos
a Paco que cesó en su empeño y tratamos
que se pegara a nosotros, pero ayer no era su día. Alcanzamos a los fugados en
cabeza pasada la mini rotonda.
Kiki y Carlos pusieron un ritmo
muy, muy fuerte. Rubén les iba a la zaga pero yo sabía que tarde o temprano reventaría
por el esfuerzo, así que decidí no cebarme y subir a mi ritmo de largo recorrido.
A media ascensión alcancé a Rubén que estaba más que fundido, le dije que se
pegara pero no podía más. Proseguí con mi subida y logré llegar con los de
cabeza justo cuando coronaban y ya se dejaban ir.
Foto: buen calentón en la subida. |
Paramos un poco más abajo del
cruce a que llegaran los demás y con todos ya reunidos nuevamente, nos lanzamos
en un nuevo descenso hacia Cerceda.
Cómo rodábamos. En perfecta fila
de a uno y a relevos, llegamos a alcanzar los 55 km/h. Creo que no hemos rodado
tan rápidos por ahí. Llegamos a la rotonda y continuamos de frente evitando el
tramo a Moralzarzal, camino de la fuente de Cerceda. Breve parada para rellenar
bidones y de nuevo en marcha dirección Soto. Algunos queríamos hacer el Cerro,
pero mucha gente no estaba por la labor, por lo que planteé la opción de Los
Rancajales, con mayor aceptación.
Fotos: de regreso por Manzanares. |
Esta vez el rodar fue más
tranquilo. Con Kiki y Paco en cabeza fuimos haciendo los kilómetros que nos
separaban de Manzanares primero y tras un relevo entre Ramón y Carlos, de Soto.
Fue antes de llegar a Soto cando nos encontramos con dos viejos amigos que iban
paseando a miss Daissy, Miguelinni y Goyo
¨molto feroche¨. Hacía tiempo que nos les veía, por lo que aproveché el tramo
hasta Soto para charlar con ellos.
Llegando al desvío de Soto,
Miguel y Goyo iban por otro lado, la gente se raja y deciden irse directamente
al Charly. Kiki, Carlos y yo decidimos que es muy pronto y que merece la pena
un último esfuerzo, así que nos
despedimos del grupo y nos dirigimos a Los Rancajales.
Malos compañeros me había buscado
para la subida y es que van verdaderamente bien. Empezamos tranquilos. La
primera parte bien, juntos y buscando ritmo. Aprovechamos la inercia del breve
descenso rampa y nos enfrentamos a la segunda parte de la ascensión. Pude aguantar
con ellos hasta la curva a izquierdas. Y es que a diferencia de cuando subí el
jueves con Juan, al mirar el contador íbamos a casi 15 km/h en una pendiente
que ya empezaba a marcar el 6%.
Fotos: comienza lo bueno de la subida a Los Rancajales. |
Decidí aflojar un poco ya que todavía
quedaba la parte más dura. Les llevaba de referencia como a 10 metros y eso me
alentaba. Su pedaleo no era mayor que el mío por lo que el hueco se mantuvo así
hasta llegar al final de la larga recta y afrontar la temible curva de
derechas. Estos son como yo, se saben el truco del exterior de la curva, por lo
que llegados a ella, casi estaba encima de ellos, optamos los tres por esa opción.
Los últimos 300 metros son
mortales. Gracias a que tengo la subida estudiada al milímetro puedo regular en
cada momento. Eché mano del 29 en el tramo más duro, lo que me permitió un
pequeño respiro y poder afrontar mejor la parte final que va suavizando poco a
poco. Al final pude coronar junto a ellos. En el repechón de las antenas, un
pequeño pero fructífero pique con Kiki hizo que lo pasásemos en un pis pas.
Foto: en la zona más dura de la subida. |
Tras la felicitación por la buena
subida realizada y el gran esfuerzo, nos dejamos caer hacia el Stop y
continuamos la bajada dirección Colmenar. Los tres en fila india fuimos devorando
kilómetros a gran velocidad. En el repecho de Remedios, un ataque por mi parte
les dejó clavados. Oía a Kiki alentarme por detrás mientras que trataba de
exprimir mis últimas fuerzas. Recuperé un poco en el llano y nuevamente todos
juntos, enfilamos el último tramo de bajada hasta llegar a Colmenar a
velocidades realmente altas, para llevar 100 kms. en las piernas.
Llegados a Colmenar, nos
dirigimos junto con el resto de compañeros al Charly. Allí nos encontramos con
parte de la primera grupeta y a los renegados de Los Rancajales. Unas merecidas
cervezas dieron por finalizado el día.
Quedamos hacer la subida de
Abantos en la próxima salida. Eso tendrá que esperar al menos una semana ya que
la próxima no saldré por motivos familiares.
Lo que sea de esa nueva salida,
aquí lo contaremos.
Gracias a todos.
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