jueves, 25 de julio de 2013

Alto de La Jarosa (21/7/13)

Tras nuestra aventura en la marcha Pedro Herrero, volvíamos a salir con los compañeros del Club Arnelas. La ruta oficial del calendario marcaba El Berrueco, pero me parecía poca cosa para estas alturas de temporada donde estamos a tope y con ganas de aprovechar el buen tiempo para subir puertos.

Como siempre nos citamos en El Canto. Muchos compañeros y otros que fueron llegando poco a poco. Juan decidió cambiar la carretera por la montaña por lo que se fue con la sección de las ruedas gordas (me dijo que le trataron de lujo, no me esperaba menos…). Así que tras una pequeña deliberación el grupo se partió en dos mitades, unos salieron por delante , desconocíamos la ruta, el resto, Paco, Ramón, Antonio, Rubén, su tío Luis, Jesús, Kiki, servidor y un nuevo compañero del Club Colmenar que se llama Carlos, optamos por la variante de  La Jarosa.

Nos pusimos en marcha hacia el carril bici. Como siempre fuimos a ritmo suave para ir calentando las piernas dirección Soto para una vez llegados allí, incorporar a Faustino a nuestro grupo y tomar dirección Cerceda. Iba con Kiki en cabeza tirando del grupo y rápidamente empezamos a ganar velocidad, y es que a Kiki se le van los pedales cuando va en cabeza. Pusimos un ritmo rápido para ser primera hora del día, lo que hizo que Ramón tomara las riendas junto a Jesús antes de la rotonda del gato y marcar un ritmo más tranquilo.

Foto: parte de la grupeta de ayer.

Pasamos Manzanares y continuamos a buen ritmo hacia Cerceda. Tras pasar por la circunvalación, nos dirigimos hacia Becerril con Ramón y Carlos en cabeza. Pronto el ritmo empezó a  decaer ante la imperceptible pero constante subida hacia Becerril. Justo antes de llegar a la zona del repecho, nos pareció ver a los lejos a la otra grupeta que nos había precedido en la salida. Misteriosamente aumentó el ritmo de subida. No sé si por llegar a la grupeta para confirmar nuestras sospechas o por satisfacer nuestras ansias de persecución. El caso es que a mitad de repecho les dimos alcance. Kiki, Carlos y Paco en cabeza tirando del grupo. Coronamos el repecho y paramos donde siempre a esperar al resto del grupo.

Foto: hoy nueva indumentaria.


El otro grupo decidió seguir la bajada hacia Collado Mediano y nosotros esperamos hasta que llegaron todos, momento en el que Jesús se despidió de nosotros ya que se tenía que volver por compromisos familiares.

Foto: Jesús no abandonó antes de tiempo.

Rapidísimo descenso hacia Collado Mediano. Creo que nunca he bajado tan rápido por ahí y es que no había nadie en las carreteras. Crucé las calles de dicha localidad esquivando alcantarillas en menos de 2 semanas y en la rotonda de desvío hacia Guadarrama y La Serranilla, nos volvimos a encontrar con los compis que sí decidieron parar en ese punto.




Fotos: bajando hacia Guadarrama.

Tras reanudar la marcha, os dirigimos hacia Guadarrama por la larga recta que da acceso a dicho pueblo, cruzamos sus calles y en la rotonda de El Escorial nos volvimos a dividir, ellos se fueron hacia Alpedrete y nosotros hacia Guadarrama. Cruzamos sus desiertas calles a esa hora de la mañana y en el semáforo del restaurante chino giramos a izquierdas para tomar dirección La Jarosa.

Sabía que la ascensión a este puerto es dura, por lo que venía reservando fuerzas para afrontarla sin problemas. Aun así decidí tomarme un gel milagroso antes de la ascensión y es que el primer tramo hasta llegar a la zona de merenderos también se las trae. Me rezagué un poco terminando mi gel, lo que dio tiempo a que Kiki, Paco y Carlos tomaran ventaja. Por detrás iban Luis con Rubén al lado y Ramón, Antonio y Faustino cerrando el grupo.

Pronto llegué a este último trío. Le dije a Ramón que se viniera conmigo pero no estaba para guerras así que proseguí con la subida en solitario. A 50 metros llevaba a los de cabeza y a Luis y Rubén escalonados. Primero acometí la caza de este último.  Con ritmo suave y mucha cadencia, le fui ganando metros hasta que le pasé a mitad de subida. El siguiente objetivo era su tío Luis. Más de lo mismo, concentración, pulso controlado y casi coronando antes del coger el desvío a la derecha, le di caza. Nos dejamos caer y aflojamos un poco el ritmo por si entraba Rubén mientras que bordeábamos el panto. Aproveché las explicaciones de Luis sobre la subida. Me confirmó mis sospechas y es que hay 2 largas rectas que apuntan al cielo infinito que parecen no terminar nunca, según me dijo. Lo habían subido tiempo atrás con las bicis de montaña, y razón no les faltó…

Llegamos a la zona donde termia la carretera y donde otras tantas veces hemos llegado y allí nos esperaba el trío de cabeza. Dimos tiempo a que fueran llegando los demás y tras convencerles, optamos por acometer la subida al Alto de La Jarosa.

Comenzó en cabeza Paco. Parecía que tenía ganas de llegar a la cima ya que fue abriendo un pequeño hueco. Tras pasar la barrera de la mejor manera posible ya que había mucha tierra, mi preocupación se centraba en no pinchar en plena ascensión ya que de ser así, me sería casi imposible reanudar la marcha en rampas que superan el 14% de desnivel.

Foto: cortesia de www.altimetrias.net


Pronto nos dimos cuenta que el terreno no nos iba a ser nada favorable. Pese a ser una pista cerrada al tráfico, había tramos en muy malas condiciones y nada recomendables para bicis de carbono con ruedas tan finas. Pero el paisaje invitaba a seguir subiendo. En un breve descenso alcanzamos a Paco y comenzamos la verdadera subida. Sabía que iba a ser complicada por lo que les volví a dar margen a los tres de cabeza. Me centré en buscar la línea correcta para la ascensión.

Pronto se empezó a complicar la cosa. Una curva de herradura  a la derecha te marca el comienzo de la dureza. El problemafue que cuando me puse de pie en mitad de la misma para afrontarla con garantías, me di cuenta que el asfalto era inexistente, era todo tierra por lo que la bici perdía todo agarre con el suelo. Sudando la gota gorda más por canguelo que por el porcentaje, a esas alturas me importaba poco, logré pasar el primer contratiempo.

Pasada una primera recta con porcentajes entorno al 10%, la pendiente os dio un pequeño descanso. Seguía viendo al grupo de cabeza pero cada vez más cerca. Me llamo mucho la atención que casi no circularan juntos. Es más, se veía perfectamente como cada uno llevaba una trayectoria diferente y que por momentos se iban distanciando más entre ellos. La respuesta vino metros después cuando al llegar a la altura por donde ellos transitaban, el asfalto casi había desaparecido convirtiéndose el camino en una senda de arena, piedras y asfalto sin compactar.


Fotos: no se aprecia la pendiente pero aquí estábamos al 11%.


Metros más adelante y pese a que no se oyó ningún disparo, vi caer a Paco a plomo al suelo. No emitió quejido alguno y al pasar a su lado tratando de buscar el sitio correcto, le pregunté si se encontraba bien, a lo que me respondió que sí. Traté de seguir centrado en mi ascensión, pero la cosa se empezaba a poner muy mal. Dos veces estuve a punto de salirme del camino y otras tantas de dar con mis huesos en el suelo, hasta que nuevamente el francotirador silencioso apretó el gatillo en búsqueda de una nueva víctima, en este caso fui yo.


Fotos: momentos de relax...

Al igual que Paco, caí cual fardo y en un abrir y cerrar de ojos. Se me fue la rueda delantera por la tierra del camino y no tuve tiempo de sacar las calas. De repente me vi en el suelo. Mi preocupación, al igual que luego me confesó Paco, era no dañar la Pinarello, por lo que hice malabares para poderme librar de los pedales. Una vez conseguido, y tras darnos cuenta que era imposible seguir subiendo en tales condiciones, optamos por darnos la vuelta y bajar a los merenderos.

Si la subida era complicada para una bici de ruedas finas, la bajada resulto temerosa y es que como dice Ramón, tienes la sensación que cuesta abajo las bicis de carretera no frenan. Con una zapatilla sin anclar y con mucho tiento, todavía me duelen los brazos, bajamos lo más prudentes que fuimos capaces hasta que por fin cruzamos la barrera y paramos a descansar y comer en el merendero.

Con fuerzas renovadas emprendimos el camino de vuelta con el amargor de no haber podido completar nuestra subida. Fue una pena ya que el paraje es incomparable. Silencio, tranquilidad, rodeados de pinos… Uno de esos pocos rincones apartados del mundo.

Paramos en la fuente para rellenar los bidones y cruzamos nuevamente Guadarrama para con posterioridad enfilar a la larga recta de constante subida hacia Collado Mediano. El último tramo, llegando a la rotonda de La Serranilla antes de girar a la derecha, hizo estragos. Adelantamos a dos ciclistas en sus bicis de montaña que se quedaron de piedra y es que ese tramo final lo hicimos muy, muy rápido. Serenamos un poco nuestras ansias, en especial las de Kiki y Carlos, en el falso llano que va paralelo a la vía del tren, pero en ese instante un autobús complicó mucho las cosas. Se encontraba parado recogiendo viajeros. Tres o cuatro coches esperaban detrás, por lo que el peligro era inminente. Tratamos de escapar como pudimos, y fue Rubén quien decidió probarse tras el autobús.


Fotos: enfilando el regreso hacia Collado Mediano.

Abrió un hueco con nosotros seguido de Paco y Carlos. Kiki y yo nos quedamos expectantes con el resto del grupo a su ritmo por detrás. Antes de llegar a la zona de alcantarillas cogimos a Paco que cesó en su empeño y  tratamos que se pegara a nosotros, pero ayer no era su día. Alcanzamos a los fugados en cabeza pasada la mini rotonda.

Kiki y Carlos pusieron un ritmo muy, muy fuerte. Rubén les iba a la zaga pero yo sabía que tarde o temprano reventaría por el esfuerzo, así que decidí no cebarme y subir a mi ritmo de largo recorrido. A media ascensión alcancé a Rubén que estaba más que fundido, le dije que se pegara pero no podía más. Proseguí con mi subida y logré llegar con los de cabeza justo cuando coronaban y ya se dejaban ir.

Foto: buen calentón en la subida.

Paramos un poco más abajo del cruce a que llegaran los demás y con todos ya reunidos nuevamente, nos lanzamos en un nuevo descenso hacia Cerceda.

Cómo rodábamos. En perfecta fila de a uno y a relevos, llegamos a alcanzar los 55 km/h. Creo que no hemos rodado tan rápidos por ahí. Llegamos a la rotonda y continuamos de frente evitando el tramo a Moralzarzal, camino de la fuente de Cerceda. Breve parada para rellenar bidones y de nuevo en marcha dirección Soto. Algunos queríamos hacer el Cerro, pero mucha gente no estaba por la labor, por lo que planteé la opción de Los Rancajales, con mayor aceptación.



Fotos: de regreso por Manzanares.


Esta vez el rodar fue más tranquilo. Con Kiki y Paco en cabeza fuimos haciendo los kilómetros que nos separaban de Manzanares primero y tras un relevo entre Ramón y Carlos, de Soto. Fue antes de llegar a Soto cando nos encontramos con dos viejos amigos que iban paseando a miss Daissy, Miguelinni y Goyo ¨molto feroche¨. Hacía tiempo que nos les veía, por lo que aproveché el tramo hasta Soto para charlar con ellos.

Llegando al desvío de Soto, Miguel y Goyo iban por otro lado, la gente se raja y deciden irse directamente al Charly. Kiki, Carlos y yo decidimos que es muy pronto y que merece la pena un último  esfuerzo, así que nos despedimos del grupo y nos dirigimos a Los Rancajales.

Malos compañeros me había buscado para la subida y es que van verdaderamente bien. Empezamos tranquilos. La primera parte bien, juntos y buscando ritmo. Aprovechamos la inercia del breve descenso rampa y nos enfrentamos a la segunda parte de la ascensión. Pude aguantar con ellos hasta la curva a izquierdas. Y es que a diferencia de cuando subí el jueves con Juan, al mirar el contador íbamos a casi 15 km/h en una pendiente que ya empezaba a marcar el 6%.


Fotos: comienza lo bueno de la subida a Los Rancajales.

Decidí aflojar un poco ya que todavía quedaba la parte más dura. Les llevaba de referencia como a 10 metros y eso me alentaba. Su pedaleo no era mayor que el mío por lo que el hueco se mantuvo así hasta llegar al final de la larga recta y afrontar la temible curva de derechas. Estos son como yo, se saben el truco del exterior de la curva, por lo que llegados a ella, casi estaba encima de ellos, optamos los tres por esa opción.

Los últimos 300 metros son mortales. Gracias a que tengo la subida estudiada al milímetro puedo regular en cada momento. Eché mano del 29 en el tramo más duro, lo que me permitió un pequeño respiro y poder afrontar mejor la parte final que va suavizando poco a poco. Al final pude coronar junto a ellos. En el repechón de las antenas, un pequeño pero fructífero pique con Kiki hizo que lo pasásemos en un pis pas.


Foto: en la zona más dura de la subida.

Tras la felicitación por la buena subida realizada y el gran esfuerzo, nos dejamos caer hacia el Stop y continuamos la bajada dirección Colmenar. Los tres en fila india fuimos devorando kilómetros a gran velocidad. En el repecho de Remedios, un ataque por mi parte les dejó clavados. Oía a Kiki alentarme por detrás mientras que trataba de exprimir mis últimas fuerzas. Recuperé un poco en el llano y nuevamente todos juntos, enfilamos el último tramo de bajada hasta llegar a Colmenar a velocidades realmente altas, para llevar 100 kms. en las piernas.

Llegados a Colmenar, nos dirigimos junto con el resto de compañeros al Charly. Allí nos encontramos con parte de la primera grupeta y a los renegados de Los Rancajales. Unas merecidas cervezas dieron por finalizado el día.

Quedamos hacer la subida de Abantos en la próxima salida. Eso tendrá que esperar al menos una semana ya que la próxima no saldré por motivos familiares.

Lo que sea de esa nueva salida, aquí lo contaremos.


Gracias a todos.

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