Un año más nos apuntamos a este
grandioso evento que tiene lugar por nuestra zona. Una de las mejores marchas
que se pueden realizar dentro de nuestra comunidad y como prometí el año
pasado, no dudé en volver a realizarla.
A diferencia del año anterior
únicamente 2 componentes del Club Arnelas nos apuntamos para dicho evento, Juan
y servidor.
Llegamos prontito para evitar las
aglomeraciones y para buscar un buen lugar de aparcamiento. Una vez en
Moralzarzal ya empezamos a ver los primeros coches portando flamantes bicis y
algún que otro ciclista rodando para ir calentando motores. Por nuestra parte,
los últimos retoques, instalar dorsales y chip, ataviarnos con nuestro uniforme
de gala y con todo ya listo y en
perfecto estado de revista, nos dirigimos hacia la salida justo en la plaza de
toros.
Poco a poco fue llegando gente y
situándose en la línea de salida. Yo aproveché un momento para saludar a mi
amigo Enrique fugitive Sevilla y
charlar un rato con él. Lástima no haber llevado la cámara para inmortalizar el
momento. Tras un rato de espera y momentos antes de la salida, apareció Toni
con su maillot de campeón del mundo. Estuvimos un rato charlando y al poco
tiempo comenzaron las instrucciones para dar comienzo la marcha.
Como en años anteriores,
estábamos divididos en dos grupos, el A o grupo de los rápidos y el B o grupo de me lo tomo con tranquilidad
que no voy a ganar ninguna medalla… Obviamente nosotros estábamos en el grupo
B. Se trata de una marcha para disfrutar del ambiente y de poder rodar
tranquilamente, sin agobios y sin coches que te pasan rozando y gritando.
Tras la salida del grupo A, nos
tocó el momento a nosotros. Si hay una cosa que caracteriza esta marcha es su
organización. Es increíble la sensación de protección y bien hacer a medida que
vas rodando y pasando rotondas y localidades que en condiciones normales has de
ir con mil ojos. Pues en esta ocasión, desde que salimos hasta que llegamos,
pese a no estar el tráfico totalmente cerrado, el control y la protección al
grupo fueron constantes y primordiales. La libertad y comodidad que suponía
ocupar la totalidad del carril por el que circulábamos sin que las motos de la
Guardia Civil te agobiasen, es una de las cosas por las que esta marcha merezca
la pena y por las que seguramente me hagan volver año tras año.
Con el grupo ya lanzado, salimos
de Moralzarzal para dirigirnos hacia la subida de Becerril. Como he dicho el
control en las rotondas por parte de los agentes de la autoridad era excelente.
Paraban el tráfico para que pudiésemos pasar con total garantía y comodidad,
por lo que en un momento ya estábamos enfilado la carretera de Becerril.
Lo bueno que tiene rodar con
tanta gente, unos 134 corredores en el grupo B, es que vas en volandas. Casi ni
te das cuenta si la carretera se empina o si los desniveles empiezan a
aparecer. Me di cuenta tarde que tenía un problema con el ordenador. No me
marcaba y es que se había desplazado un poco el sensor y no recibía datos. No
importó, me lo iba a tomar con tranquilidad por lo que no era un problema
gravísimo.
En un momento coronamos el alto
de Becerril y nos dispusimos a acometer el rápido descenso hacia Collado
Mediano. Aquí le dije a Juan que era mejor dar margen al grupo. Buscar o llevar
una distancia de seguridad suficiente que nos permitiera frenar con seguridad
en caso de acumulación masiva del personal. Acertamos de pleno y es que más
sabe el diablo por viejo que por diablo. La mini rotonda de llegada a Collado
Mediano y las numerosas alcantarillas que hay mientras cruzas dicha localidad,
provocaron numerosos frenazos que se tradujeron rápidamente en nervios por
parte de los corredores. Nosotros como buenos conocedores de la zona, pudimos
evitar y pasar sin apuros, enlazando con el grupo sin mayores problemas antes
del comienzo de subida de La Serranilla hacia Los Molinos.
No las tenía todas conmigo y tras
el incidente de los calambres de la semana pasada, no quería forzar nada en
absoluto. Como además ya habíamos pasado por esta misma zona 2 semanas atrás,
sabíamos que aunque corta, esta parte es fundamental para una buena subida
posterior a Navacerrada, y si quemas mucho de inicio aquí, el puerto se te
puede hacer largo, sobre todo en la parte final.
Aun así, era mucha la gente que
iba con el freno de mano puesto, lo que hacía que el ritmo se ralentizara en
exceso. Con muy buena vista, Juan hizo un pequeño derrame que me llevó a rueda
y tratamos de buscar un hueco y un ritmo favorable lejos de los más lentos.
Poco a poco fuimos recorriendo
kilómetros en búsqueda del inicio del puerto. Fue una subida muy tranquila en
comparación con la que hicimos hace 2 semanas y que me llevó a exprimirme al
máximo tras Paco y Elías. En esta ocasión el ritmo era muy tranquilo,
pulsaciones muy controladas y mucha cadencia para llevar los músculos
activados.
Una de las cosas que hace bonito
este deporte es el gran ambiente de compañerismo que se vive, y este tipo de
marchas además una gran dosis de humor ronda por las cabezas de los
participantes. Como las rampas no eran todavía muy duras, muchas bromas y
ocurrencias diversas eran la tónica predominante durante esos primeros
kilómetros.
Casi sin darnos cuenta, como le
dije a Juan, estábamos en el muro de Los Molinos y muy cerca ya del inicio de
comienzo del puerto. Un último repecho, hicimos el giro para enfilar la subida
y la organización nos dio vía libre para acometer el ascenso a Navacerrada.
Los primeros metros nos sirvieron
para ir cogiendo ritmo de ascensión. Por mi parte cadencia y mucho desarrollo,
no quería castigar en exceso las piernas. Fuimos en bloque con un par de
compañeros, pero a media que ganábamos altitud, las unidades iban cayendo.
Nosotros por nuestra parte seguimos con nuestro buen ritmo. Entre ambos fuimos
tirando a relevos por momentos, pero siempre sin forzar. Como si fuésemos una
máquina engullidora fuimos adelantando
ciclistas a medida que los porcentajes empezaban a subir.
Llegados al Ventorrillo, casi
mitad de ascensión, tratamos de negociar sus porcentajes de la mejor manera. En
mi caso decidí pecar de exceso y metí todo, no buscaba tiempo pero si guardar
fuerzas por lo que pudiera pasar, no quería volver a cometer el mismo error de
la semana pasada en Morcuera. Llegados a la zona de breve descanso pero siempre
en constante ascenso, bajé un piñón y seguimos con nuestro buen ritmo de
ascensión. Fue en ese momento donde vimos apostado al fotógrafo, así que
cremalleras arriba, cara de esto lo subo sin esfuerzo, la mejor pose posible
para salir como un profesional, y luego cuando la cuelgan en internet , 5 euros
por foto…. Si lo llego a saber me traigo mi cámara. El año pasado por lo menos
nos regaló la organización una….
Bueno, volviendo a la subida, ya estábamos a la
altura de la fuente de los geólogos, lo que nos distanciaba muy poco del alto.
La mala noticia era que lo peor del puerto estaba por llegar. El famoso muro de las lamentaciones con su
interminable curva a izquierdas. Y es que me venía a la mente la última vez que
pasamos por aquí con el maestro marcando el ritmo desde abajo, pero en esta
ocasión nuestro nivel era muy superior al de entonces. Pasamos el muro sin
mucha dificultad y tras sortear las curvas en forma de ese, quedamos encarados
hacia la cima.
Un grupo de excursionistas no
paraba de animar y alentar a los corredores en el último esfuerzo. Es una
sensación increíble, ahora me puedo imaginar a los profesionales cuando suben
por esas carreteras atestadas de aficionados, te salen las fuerzas de donde no
las tienes, en ese momento me volví hacia Juan para preguntarle qué tal venía
de fuerzas, me dijo que bien y le propuse apretar a tope hasta el final como si
fuésemos a ganar una etapa de la vuelta.
Parecíamos locos esprintando
hasta llegar a la cima. Lo siento por los 3 compañeros que nos llevamos por
delante, les quitamos las pegatinas de la bici de la pasada que les dimos. Pero
como dijo Juan, era por una buena causa y si le llegan a decir hace 6 meses que
iba a coronar Navacerrada esprintando, no se lo hubiese creído ni loco. Pero
para eso está la preparación compañero y la que has llevado tú estos meses te
ha permitido esto y mucho más.
Al final nuestro tiempo en la
cima 0:38 minutos. No está nada mal para haber subido al tran tran.
En el aparcamiento de Navacerrada estaba
instalado el avituallamiento por parte de la organización. Comimos, descansamos
un poco y fuimos dando tiempo a que llegara el resto de participantes. Cuando
la organización lo vio oportuno, reiniciamos la marcha dirección Cotos donde
hicimos una breve parada para que la Guardia Civil cerrara de tráfico la subida
o al menos limpiara el carril de descenso.
Cuando dieron el pistoletazo de
salida, nos lanzamos cual marabunta en un descenso rápido pero controlado, no
era cuestión de jugársela y es que Cotos tiene un par de curvas bastante
complicadas. Ya en el tramo de falso llano a la altura de El Paular, el grupo
se fue paulatinamente reagrupando. Cruzamos las calles adoquinadas de Rascafría
y rápidamente tomamos el desvío a la derecha que nos llevaba a la segunda
subida de la jornada, el puerto de la Morcuera.
A pesar de haber comido bien en
el avituallamiento y durante el descenso, eché mano de uno de mis geles
milagrosos y aprovechando el desnivel favorable antes de la subida, me lo tomé
para evitar males mayores y posteriores calambres.
Los que ya lo conocen, Morcuera
desde este lado del valle es mucho más tendido, pero engaña un poco ya que a mi
parecer, la primera parte es la más dura. Luego suaviza bastante e incluso
tiene algún kilómetro de descenso.
Como en la anterior subida,
decidimos quitarnos un gran grupo y apretamos un poco adelantando varias
posiciones hasta encontrar un ritmo cómodo con el que iniciar el largo ascenso.
Juan iba un poco temeroso ya que era la primera vez que subía por esta
vertiente, pero no debía ir muy asustado ya que el ritmo que puso en los primeros
metros era muy bueno.
A medida que avanzábamos nos
pasaban algunos compañeros y a su vez adelantábamos nosotros a algunos. Fue a
media ascensión donde ya nos quedamos un pequeño grupeto del que se fueron
cayendo unidades hasta quedarnos 3 en solitario, Juan, un compañero de Las
Palmas y yo.
Llegados a la zona de toboganes,
se nos unió un grupillo de unos 4-5 corredores que venían desde atrás. En un
principio Juan se fue con ellos y yo me quedé un poco con el compañero
canarión, no era cuestión de dejarle solo a falta de 2 kilómetros de la cima,
además iba obsesionado en no forzar en exceso. En el último kilómetro llevaba a
Juan 15 metros por delante, pero el nuevo compañero empezaba a dar grandes
síntomas de fatiga. Traté de darle todos los ánimos posibles para que no se
quedara solo ya que empezaba a quedarse rezagado. Le dije que se pegara a mí
que yo le ayudaba para que no se viniera abajo ya que casi estábamos en el
avituallamiento, así que tras un último esfuerzo conseguimos llegar hasta Juan
y entrar los tres a la par. Nos dio las gracias el compañero canario por
ayudarle en el esfuerzo, cosa que es de agradecer ya que poca gente lo hace.
Al final, 0:50 minutos en el alto
de la Morcuera.
Aquí surgió un problema en la
organización. Se quedaron sin agua. Han enviado un correo pidiendo disculpas
pero fue grave. Tratamos de rellenar los bidones en la fuente pero estaba seca,
por lo que tras comer un poco le propuse a Juan bajar a Miraflores para
rellenar los bidones, evitar el mogollón en el peligroso y siempre difícil
descenso de Morcuera y esperar al grupo tranquilamente abajo. Así lo hicimos,
tranquilamente descendimos hacia Miraflores a ritmo suave, prácticamente nos
dejamos caer. Paramos en la fuente y todavía le propuse rizar el rizo, bajar
hasta Soto y evitar la asquerosa (ya no hay calificativo para semejante
carretera), bajada desde Miraflores. Al igual que antes, nos dejamos caer y
esperamos al grupo en la gasolinera antes de llegar a Soto.
Un ratito al sol esperamos al
pelotón, y una vez en marcha, nos incrustamos en él y terminamos de descender
hacia Soto, cruzamos dicha localidad y se empezó a tomar ritmo fuerte. Se
notaba que había ganas por llegar y es que si hay alguna pega a este tipo de
marchas es que pierdes demasiado tiempo en los descansos.
Llaneando a gran velocidad, en
ocasiones a 40 km/h, y ocupando la totalidad del carril llegamos a Manzanares.
Juan se ocupó mucho de que no perdiésemos distancia con los de delante e ir lo
más juntitos posible y es que el llanear no es lo mío.
Habíamos leído que había una
variante en la subida a Mataelpino, pero no lo teníamos claro, por lo que
cuando llegamos al desvío del Boalo y afrontamos la subida como es habitual no
quedamos un poco sorprendidos. En ese momento se desató la guerra total. Mi
idea era ir con buena cadencia, pero la gente iba con prisas y decidió apretar
de lo lindo, lo que hizo que me quedara cortado tomando Juan una buena ventaja.
Me costó un mundo volver a
contactar con él. No lo hice hasta el falso llano camino de Mataelpino y es que
Juan termina muy bien las rutas últimamente. Iba totalmente fuera de pulso y
con el corazón desbocado. Pude recuperar
un poco en la zona de descenso antes de llegar al pueblo, pero fue ahí más o
menos donde nos llevamos la sorpresa de la jornada. La organización había
variado el recorrido del año pasado y nos desvió a la derecha para enfrentarnos
a una rampa amenazadora para esa altura de la marcha. Era una autentica pared.
No llegué a ver el desnivel pero calculo que por encima del 12%. No eran más de
150 metros, pero a más de uno se nos atragantó. Juan por delante tirando de
riñones y retorciéndose sobre la bici era mi referencia. Tras pasar ese muro,
un breve descanso donde parte de la organización nos indicaba que todavía
quedaban unos 300 metros hasta llegar al avituallamiento. Por un instante pensé
que estaban de coña ya que en ese preciso momento la calle se terminaba dando
paso a un camino de tierra y semi-asfaltado. La gente al igual que yo nos
quedamos un poco desconcertados, pero veíamos al resto de compañeros proseguir
en la ascensión así que no nos quedaba otra que seguir dando pedales y más
cuando tras un giro a derechas un nuevo muro se nos mostraba amenazador. En
esta ocasión el problema no era el porcentaje (por encima del 8%) sino la tierra.
Al ponerte de pie, la rueda trasera patinaba lo que hacía casi imposible
avanzar, por lo que la mejor opción era sentarse y tirar de riñón.
Al final logramos llegar a la
cima. Juan con unos buenos 20/30 segundos de ventaja. Yo por mi parte llegué
totalmente reventado y es que desde el inicio de esta nueva subida mis
pulsaciones estaba constantemente por las nubes. Por lo menos pudimos descansar
y recuperarnos, mientras que un buen número de compañeros trataban de llegar al
avituallamiento. Alguno que otro tuvo que echar pie a tierra para lograr
completar la ascensión.
Al final 0:14:54 en la cima. Pero
muy cansado.
Tras el breve pero merecido
reposo, la organización nos puso nuevamente en marcha por las calles de
Mataelpino dirección a Moralzarzal. Rápido descenso hacia la rotonda de la
Gamonal para continuar en un rápido último kilómetro dirección al punto de
partida.
Entramos como los grandes
profesionales por el arco de llegada y dimos por concluida una magnífica
marcha. El año próximo seguro que repetimos.
Gracias a todos.
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