Otro día
sin tener una ruta establecida, nos llevó a improvisar una sobre la marcha. Al
final nos decidimos, llegando a Soto, que iríamos hacia Patones.
No hubo
mucho consenso en la grupeta y muchos decidieron ir por su cuenta, sólo 7
componentes nos decantamos por desmarcarnos de lo clásico y experimentar un
poco. Chema, Moisés, Kiki, D. José, Javier y yo completábamos un grupo al
que se unió Juan, un nuevo miembro del Club Arnelas.
Como
siempre y para calentar las piernas nos dirigimos por el carril bici hacia
Soto, y una vez allí tras abandonar la compañía de los que no querían hacer
nuestra ruta, nos llevamos el primer calentón en la carretera dirección a Guadalix
y que nos llevaría hasta la rotonda de Los Pinarejos, y es que Kiki y D. José
se pusieron mano a mano a repartir cera imponiendo un ritmo altísimo, lo que
hizo que el grupo se partiera rápidamente. Una vez coronados en Los Pinarejos,
aflojamos el ritmo para que fueran entrando los demás, D. José se encargó de
traer a los rezagados mientras el resto nos dejábamos caer hacia Guadalix.
Continuamos
ruta hacia Torrelaguna a buen ritmo ya que tanto Kiki como Javier que comandaban
la grupeta querían imponer un ritmo alto. Como represalia ya para ver si cedían
en su empeño, no entramos a relevos aunque nos lo pidieron en más de una
ocasión, lo que hizo que en la parte final antes de llegar al cruce con la A-1
el ritmo decayera considerablemente.
Descenso rapidísimo
como siempre, afrontamos el repecho de Redueña muy agrupados todos y
continuamos dirección a Torrelaguna, aunque alguno como Chema y Javier nos
quisieron hacer sufrir más de la cuenta intentando un cambio de ruta a última
hora hacia La Trampa, ¨trampa¨ que nos les funcionó continuando por la ruta
establecida.
Pasamos
Torrelaguna y nos dirigimos hacia Patones, donde llegados a esta localidad, tomamos
a la izquierda hacia su pueblo homólogo con la denominación de Arriba. Pequeña
y preciosa subida de apenas 2,5 kms. Nunca la había hecho y me pareció muy
bonita, pero en el día de ayer algo se cocía en mi interior y no terminaba de
ir a gusto. Nos lo tomamos con mucha tranquilidad, con D. José llegamos a la
conclusión que no era bueno ni aconsejable el ritmo tan alto al que estábamos
rodando. Estamos entre el final de una temporada y el comienzo de otra por lo
que era muy grande el desgaste al que estábamos sometiendo a nuestras piernas.
Foto: cruzando Torrelaguna |
Foto: D. José, qué fenómeno!!! |
Foto: estrenando equipación de invierno |
Con todo y
con eso Javier, Kiki y Chema decidieron tomarse la subida con ganas. Rápidamente
abrieron un hueco y se les veía ganar terreno por la sucesión de curvas de
herradura que nos llevaba hacia Patones de Arriba. Al poco Juan y Moisés
cedieron y me quedé como siempre con D. José. Poco a poco fuimos ganando
terreno a Chema que supongo desistió de la guerra entre Kiki y Javier, hasta
que llegamos a su altura y le sobrepasamos casi llegando a la zona final de la
subida.
Como a unos 50 metros del final, me llegó un
primer aviso de crisis. No le di importancia más que el esfuerzo extra por
querer coronar a tope, pero fue el inicio de mi decadencia. Una vez pasado el
alto nos dejamos caer hacia el pueblo y paramos un rato a reponer fuerzas y
comer algo.
Foto: el Club Arnelas en Patones de Arriba |
Foto: saliendo de Patones de Arriba, todos en fila |
Foto: venga que va a llover!!! |
Tras el
reposo nos pusimos de nuevo en marcha ya que el cielo empezaba a nublarse y nos
amenazaba lluvia de regreso. Deshicimos lo subido, llegamos a Patones, luego a
Torrelaguna y nos enfrentamos a la larga subida que conduce hacia el puente de
la A-1.
Kiki y
Javier tenían ganas de guerra por lo que se fueron en solitario y nos tomaron
una gran ventaja, Chema, D. José y yo nos quedamos a esperar a los más
rezagados Moisés y Juan. Pasado Redueña y antes de la parte más dura de la
subida, segundo aviso de alarma, mis gemelos se empiezan a sobrecargar. Se lo
comento a D. José y aflojamos un poco el ritmo, trato de buscar más cadencia
para no obligar a un esfuerzo muy grande a mis músculos, pero mi cabeza me dice
que si a estas alturas voy mal, en El Cerro lo voy a pagar, como así fue.
Foto: Chema y Kiki tirando del grupo |
Foto: de vuelta a casa |
Terminada
la subida y pasado el cruce de la A-1, ponemos un ritmo más acorde al terreno
llano por le que transitábamos y damos alcance a Kiki y Javier que nos estaban
esperando con un rodar lento. Trato de comer y beber, pero en el día de ayer la
suerte estaba echada y mi metabolismo no asimilaba nada de lo aprendido durante
esta temporada, se avecinaba el trágico desenlace y mi cabeza lo sabía.
Llegamos a
Guadalix, cruzamos dicha localidad para afrontar la subida del Cerro, y en un
último intento de minimizar los daños me tomo un gel milagroso que me salve de
la quema como tantas otras veces antes. Breve parada para rellenar los bidones
y nos enfrentamos a lo que ayer para mí fue la suma del Mortirolo, la Madelene,
el Mont Ventoux y la subida a La Bola en unos 15 kms que me serán muy difíciles
de olvidar.
Ya desde el
comienzo me costó seguir el ritmo del grupo. Iba el último luchando con el
cambio para tratar de encontrar el mejor desarrollo, pero era inútil. El tercer
aviso de alarma fue cuando traté de ponerme de pie para relajar los músculos y
recibí como advertencia por parte de mis cuádriceps un amago de tirón, que me
hizo, no sentarme en el sillín, directamente me tiré a él, y fue cuando me
dije, Manuel, te queda una larga subida…
Como pude
logré ponerme a rebufo y cobijo del grupo, pero cuando las cosas se empezaron a
poner feas, tuve que desistir a las primeras de cambio. Avisé a D. José que no
iba a dar más de mí, que había llegado mi hora. Apenas habíamos cubierto 4 kms
desde que salimos de Guadalix y ya no podía con mis piernas. Llevaba todo
metido, el 29!!! No lo usaba desde
finales de Agosto y andábamos por porcentajes del 3-4%... Así que le dije a D. José
que se fuera tranquilo que yo iba muerto y que me lo tomaría con mucha calma, a
lo que una vez más, mi gregario de lujo, la esencia personificada del
compañerismo sobre una bici, un amigo y sobe todo un maestro, me acompañó
durante todo el trayecto.
De verdad
que he pasado momentos malos esta temporada tras casi 4.500 kms, pero nunca tan
malos como el pasado domingo. He sufrido y me he recuperado, he aprendido de
otro gran maestro como Juanma a sufrir en el esfuerzo, pero como lo de ayer
nunca me había pasado. Fue una pájara de dimensiones nunca antes sufridas.
Poco a poco
veía como todos se marchaban y abrían hueco entre nosotros. Incluso veía como
D. José tenía que subir piñones para no caerse, íbamos casi parados. Tras
afrontar las cinco curvas que se me hicieron interminables, llegamos al falso
llano de entrada a los servicios del AVE. No me veía la cara, pero era
consciente de la mueca de sufrimiento que llevaba en el rostro. Mi mente
trataba de minimizar daños pero era consciente que lo peor estaba por venir y
mis piernas a esas alturas ya no respondían a ninguna orden.
Comienza la
subida final, curva a derechas para afrontar la recta que va en ascenso hasta
llegar a la curva de izquierdas donde el porcentaje roza el 9-10%. Mi mente se
colapsa, trato de no mirar más allá de mi rueda delantera para no ver la
pendiente, pero son mis piernas las que primero notan el cambio. Alarma total,
pánico general. Ya no hay posibilidad ni de mejora ni de alivio. Comienzan los
tirones en ambas partes de cada muslo. Noto como se me estiran los gemelos y
que las fuerzas me empiezan a abandonar, no hay vuelta atrás, soy muy consciente
que si paro y me bajo me será imposible volver a subirme en la bici y llegar a
Colmenar, por lo que me agarro con toda mi rabia a las manetas y trato de dar
el último arreón final hasta el alto, Templario hasta el final.
Levanto un
poco la mirada, veo a D. José prácticamente parado, vamos a 7-8 km/h. Me sobra
todo, guantes, gafas, casco, chaqueta. Las gotas de sudor me ciegan, la
respiración no la controlo desde hace 6 kms y el pulso me martillea en las
sienes con cada pedalada que me lleva hasta la cima. Por fin coronamos, quería
llorar de dolor, pero era incapaz, no tenía fuerzas. Me dejo caer para afrontar
el último escoyo, el Cerrillo. D. José es consciente de lo mal que voy, no
puedo ni hablar, por lo que siempre generoso en el esfuerzo se pone delante y
comienza a tirar en la subida. A 20 metros vemos a Juan que va subiendo a su
ritmo, pero ayer no era día de dar caza a nadie. Con Juan como referencia y sin
casi darnos cuenta pasamos este repecho siempre tan traicionero.
Con el
aliento y los ánimos de D. José, pude encontrar un ritmo suave que me permitió
llegar hasta el stop de Los Rancajales donde nos esperaba el resto de la
grupeta. Les hicimos señales para que continuaran y me dejé llevar en el descenso
hasta Remedios, donde con un último esfuerzo logré pasar el repecho sin
demasiados problemas.
El final de
la ruta, desde la base de helicópteros hasta Colmenar, se lo debía a D. José.
Le quise agradecer su ayuda y colaboración y apreté todo lo que pude hasta el
final. Pegado a él di lo poco que me quedaba, pero era consciente que no le
podía fallar, así que con toda mi rabia contenida en cada pedalada, nos
acercábamos raudos y veloces al final de la ruta. Pasamos a Kiki como centellas,
e hicimos lo propio con Chema y Javi antes de llegar al puente que cruza la M-607
ante el gran asombro de ambos.
Llegando al
Canto le agradecí a D. José la ayuda, aunque hay veces que con un simple gesto
sobran las palabras. Me fui a casa, no era día de parar a tomar nada, estaba
literalmente muerto.
De todo se
aprende como se suele decir, y creo que la lección de ayer, aunque dura, me ha
venido muy bien para no confiarme en exceso de cara a la próxima temporada.
Al final,
pese al sufrimiento 85 kms y con la grandísima compañía de muy buenos amigos.
La semana
que viene más, pero mejor.
Gracia a
todos
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