miércoles, 28 de noviembre de 2012

Patones de Arriba (25/11/12)


Otro día sin tener una ruta establecida, nos llevó a improvisar una sobre la marcha. Al final nos decidimos, llegando a Soto, que iríamos hacia Patones.

No hubo mucho consenso en la grupeta y muchos decidieron ir por su cuenta, sólo 7 componentes nos decantamos por desmarcarnos de lo clásico y experimentar un poco. Chema, Moisés, Kiki,         D. José, Javier y yo completábamos un grupo al que se unió Juan, un nuevo miembro del Club Arnelas.

Como siempre y para calentar las piernas nos dirigimos por el carril bici hacia Soto, y una vez allí tras abandonar la compañía de los que no querían hacer nuestra ruta, nos llevamos el primer calentón en la carretera dirección a Guadalix y que nos llevaría hasta la rotonda de Los Pinarejos, y es que Kiki y D. José se pusieron mano a mano a repartir cera imponiendo un ritmo altísimo, lo que hizo que el grupo se partiera rápidamente. Una vez coronados en Los Pinarejos, aflojamos el ritmo para que fueran entrando los demás, D. José se encargó de traer a los rezagados mientras el resto nos dejábamos caer hacia Guadalix.

Continuamos ruta hacia Torrelaguna a buen ritmo ya que tanto Kiki como Javier que comandaban la grupeta querían imponer un ritmo alto. Como represalia ya para ver si cedían en su empeño, no entramos a relevos aunque nos lo pidieron en más de una ocasión, lo que hizo que en la parte final antes de llegar al cruce con la A-1 el ritmo decayera considerablemente.

Descenso rapidísimo como siempre, afrontamos el repecho de Redueña muy agrupados todos y continuamos dirección a Torrelaguna, aunque alguno como Chema y Javier nos quisieron hacer sufrir más de la cuenta intentando un cambio de ruta a última hora hacia La Trampa, ¨trampa¨ que nos les funcionó continuando por la ruta establecida.

Pasamos Torrelaguna y nos dirigimos hacia Patones, donde llegados a esta localidad, tomamos a la izquierda hacia su pueblo homólogo con la denominación de Arriba. Pequeña y preciosa subida de apenas 2,5 kms. Nunca la había hecho y me pareció muy bonita, pero en el día de ayer algo se cocía en mi interior y no terminaba de ir a gusto. Nos lo tomamos con mucha tranquilidad, con D. José llegamos a la conclusión que no era bueno ni aconsejable el ritmo tan alto al que estábamos rodando. Estamos entre el final de una temporada y el comienzo de otra por lo que era muy grande el desgaste al que estábamos sometiendo a nuestras piernas.
Foto: cruzando Torrelaguna

Foto: D. José, qué fenómeno!!!

Foto: estrenando equipación de invierno

Con todo y con eso Javier, Kiki y Chema decidieron tomarse la subida con ganas. Rápidamente abrieron un hueco y se les veía ganar terreno por la sucesión de curvas de herradura que nos llevaba hacia Patones de Arriba. Al poco Juan y Moisés cedieron y me quedé como siempre con D. José. Poco a poco fuimos ganando terreno a Chema que supongo desistió de la guerra entre Kiki y Javier, hasta que llegamos a su altura y le sobrepasamos casi llegando a la zona final de la subida.

 Como a unos 50 metros del final, me llegó un primer aviso de crisis. No le di importancia más que el esfuerzo extra por querer coronar a tope, pero fue el inicio de mi decadencia. Una vez pasado el alto nos dejamos caer hacia el pueblo y paramos un rato a reponer fuerzas y comer algo.
Foto: el Club Arnelas en Patones de Arriba

Foto: saliendo de Patones de Arriba, todos en fila

Foto: venga que va a llover!!!

Tras el reposo nos pusimos de nuevo en marcha ya que el cielo empezaba a nublarse y nos amenazaba lluvia de regreso. Deshicimos lo subido, llegamos a Patones, luego a Torrelaguna y nos enfrentamos a la larga subida que conduce hacia el puente de la A-1.

Kiki y Javier tenían ganas de guerra por lo que se fueron en solitario y nos tomaron una gran ventaja, Chema, D. José y yo nos quedamos a esperar a los más rezagados Moisés y Juan. Pasado Redueña y antes de la parte más dura de la subida, segundo aviso de alarma, mis gemelos se empiezan a sobrecargar. Se lo comento a D. José y aflojamos un poco el ritmo, trato de buscar más cadencia para no obligar a un esfuerzo muy grande a mis músculos, pero mi cabeza me dice que si a estas alturas voy mal, en El Cerro lo voy a pagar, como así fue.
Foto: Chema y Kiki tirando del grupo

Foto: de vuelta a casa

Terminada la subida y pasado el cruce de la A-1, ponemos un ritmo más acorde al terreno llano por le que transitábamos y damos alcance a Kiki y Javier que nos estaban esperando con un rodar lento. Trato de comer y beber, pero en el día de ayer la suerte estaba echada y mi metabolismo no asimilaba nada de lo aprendido durante esta temporada, se avecinaba el trágico desenlace y mi cabeza lo sabía.

Llegamos a Guadalix, cruzamos dicha localidad para afrontar la subida del Cerro, y en un último intento de minimizar los daños me tomo un gel milagroso que me salve de la quema como tantas otras veces antes. Breve parada para rellenar los bidones y nos enfrentamos a lo que ayer para mí fue la suma del Mortirolo, la Madelene, el Mont Ventoux y la subida a La Bola en unos 15 kms que me serán muy difíciles de olvidar.

Ya desde el comienzo me costó seguir el ritmo del grupo. Iba el último luchando con el cambio para tratar de encontrar el mejor desarrollo, pero era inútil. El tercer aviso de alarma fue cuando traté de ponerme de pie para relajar los músculos y recibí como advertencia por parte de mis cuádriceps un amago de tirón, que me hizo, no sentarme en el sillín, directamente me tiré a él, y fue cuando me dije, Manuel, te queda una larga subida…

Como pude logré ponerme a rebufo y cobijo del grupo, pero cuando las cosas se empezaron a poner feas, tuve que desistir a las primeras de cambio. Avisé a D. José que no iba a dar más de mí, que había llegado mi hora. Apenas habíamos cubierto 4 kms desde que salimos de Guadalix y ya no podía con mis piernas. Llevaba todo metido, el 29!!!  No lo usaba desde finales de Agosto y andábamos por porcentajes del 3-4%... Así que le dije a D. José que se fuera tranquilo que yo iba muerto y que me lo tomaría con mucha calma, a lo que una vez más, mi gregario de lujo, la esencia personificada del compañerismo sobre una bici, un amigo y sobe todo un maestro, me acompañó durante todo el trayecto.

De verdad que he pasado momentos malos esta temporada tras casi 4.500 kms, pero nunca tan malos como el pasado domingo. He sufrido y me he recuperado, he aprendido de otro gran maestro como Juanma a sufrir en el esfuerzo, pero como lo de ayer nunca me había pasado. Fue una pájara de dimensiones nunca antes sufridas.

Poco a poco veía como todos se marchaban y abrían hueco entre nosotros. Incluso veía como D. José tenía que subir piñones para no caerse, íbamos casi parados. Tras afrontar las cinco curvas que se me hicieron interminables, llegamos al falso llano de entrada a los servicios del AVE. No me veía la cara, pero era consciente de la mueca de sufrimiento que llevaba en el rostro. Mi mente trataba de minimizar daños pero era consciente que lo peor estaba por venir y mis piernas a esas alturas ya no respondían a ninguna orden.

Comienza la subida final, curva a derechas para afrontar la recta que va en ascenso hasta llegar a la curva de izquierdas donde el porcentaje roza el 9-10%. Mi mente se colapsa, trato de no mirar más allá de mi rueda delantera para no ver la pendiente, pero son mis piernas las que primero notan el cambio. Alarma total, pánico general. Ya no hay posibilidad ni de mejora ni de alivio. Comienzan los tirones en ambas partes de cada muslo. Noto como se me estiran los gemelos y que las fuerzas me empiezan a abandonar, no hay vuelta atrás, soy muy consciente que si paro y me bajo me será imposible volver a subirme en la bici y llegar a Colmenar, por lo que me agarro con toda mi rabia a las manetas y trato de dar el último arreón final hasta el alto, Templario hasta el final.

Levanto un poco la mirada, veo a D. José prácticamente parado, vamos a 7-8 km/h. Me sobra todo, guantes, gafas, casco, chaqueta. Las gotas de sudor me ciegan, la respiración no la controlo desde hace 6 kms y el pulso me martillea en las sienes con cada pedalada que me lleva hasta la cima. Por fin coronamos, quería llorar de dolor, pero era incapaz, no tenía fuerzas. Me dejo caer para afrontar el último escoyo, el Cerrillo. D. José es consciente de lo mal que voy, no puedo ni hablar, por lo que siempre generoso en el esfuerzo se pone delante y comienza a tirar en la subida. A 20 metros vemos a Juan que va subiendo a su ritmo, pero ayer no era día de dar caza a nadie. Con Juan como referencia y sin casi darnos cuenta pasamos este repecho siempre tan traicionero.

Con el aliento y los ánimos de D. José, pude encontrar un ritmo suave que me permitió llegar hasta el stop de Los Rancajales donde nos esperaba el resto de la grupeta. Les hicimos señales para que continuaran y me dejé llevar en el descenso hasta Remedios, donde con un último esfuerzo logré pasar el repecho sin demasiados problemas.

El final de la ruta, desde la base de helicópteros hasta Colmenar, se lo debía a D. José. Le quise agradecer su ayuda y colaboración y apreté todo lo que pude hasta el final. Pegado a él di lo poco que me quedaba, pero era consciente que no le podía fallar, así que con toda mi rabia contenida en cada pedalada, nos acercábamos raudos y veloces al final de la ruta. Pasamos a Kiki como centellas, e hicimos lo propio con Chema y Javi antes de llegar al puente que cruza la M-607 ante el gran asombro de ambos.

Llegando al Canto le agradecí a D. José la ayuda, aunque hay veces que con un simple gesto sobran las palabras. Me fui a casa, no era día de parar a tomar nada, estaba literalmente muerto.

De todo se aprende como se suele decir, y creo que la lección de ayer, aunque dura, me ha venido muy bien para no confiarme en exceso de cara a la próxima temporada.

Al final, pese al sufrimiento 85 kms y con la grandísima compañía de muy buenos amigos.

La semana que viene más, pero mejor.

Gracia a todos

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